Leyendo simplemente por encima muchas de las críticas sobre Jóvenes prodigiosos queda claro que lo más alabado de la cinta es su reparto, y a menudo se cita como la mayor razón para decir que la película es una buena película. Y no es para menos.
Michael Douglas hace la que es posiblemente la mejor interpretación de su carrera, mejor aún que la de Traffic, y compone un personaje inolvidable con todos los defectos y también con un irresistible encanto de perdedor desastroso.
De Frances McDormand poco hay que decir a estas alturas, porque siempre está espléndida y es un ejemplo de profesionalidad y elegancia.
Tobey Maguire está verdaderamente estupendo, como era costumbre en esos años 90 finales que se marcó, y Katie Holmes lo complementa de forma monumental. Nunca he entendido por qué se le ha dado tanta cera a la ex-señora Cruise (¿quizá por eso mismo, por haberse liado con el todopoderoso Tom?), cuando muchas veces ha estado más que correcta (Go, Batman Begins) e incluso en Dawson Crece hizo un trabajo estupendo, dentro de las características de la serie.
Robert Downey Jr muestra una vez más su enorme versatilidad y carisma como intérprete, y la verdad es que entre tanto Iron Man y Sherlock Holmes y tanto Downey haciendo de Downey, se echa de menos esta faceta más seria del actor neoyorquino.
Con un reparto así y con un guionista como Steve Kloves adaptando la novela de Michael Chabon, todo suena a oro puro y los diálogos entusiasman a los que añoran los tiempos de un cine más sencillo (que no simple) que buscaba interesar al espectador mediante la esencia del cine, que no es otra que personajes, historia, diálogos y actores que los reciten. Hasta ahí bien. Bravo por Kloves y bravo por Curtis Hanson y su extraordinaria mano maestra a la hora de dirigir a los intérpretes. Pero la realidad también es que los diálogos, de puro extendidos, se hacen extenuantes y la película en conjunto tiene un ritmo bastante exasperante a ratos. Y eso no hay quien lo levante. Por no mencionar la sensación no demasiado agradable que queda al final de que, más allá del precioso envoltorio, el fondo de la historia no es ni tan bonito ni tan profundo como nos habían intentado decir.
Vaya, que les intentan vender la moto. Ustedes verán si la compran.

Lo mejor: Los actores, especialmente un soberbio Michael Douglas.
Lo peor: Ese ritmo, por dios...