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Voto de Sibila de Delfos:
9
Drama Londres, 1950. Vera Drake es una humilde mujer que vive con su marido y sus hijos. Ella es limpiadora, y su marido es mecánico. No tienen dinero, pero son una familia unida y se sienten felices. Vera se dedica completamente a su familia, pero tiene un secreto: ayuda a jovencitas a practicar abortos, una actividad ilegal. (FILMAFFINITY)
5 de octubre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vera Drake (no sé por qué era necesario lo de "El secreto"... vale que la protagonista tiene un secreto, pero con su solo nombre bastaba y sobraba) podría perfectamente haber sido un telefilme de sobremesa. A saber: señora de mediana edad buenísima y estupenda que realiza abortos ilegales en la Inglaterra de los años 50 y que comienza a tener problemas con las autoridades por un desafortunado accidente. Hubiera sido facilísimo convertir la película en una historia falsamente lacrimógena o incluso, quien sabe, en un nada disimulado panfleto a favor o en contra del aborto. Pero esto no interesa nada al gran Mike Leigh, director y guionista de la cinta, tanto o más memorable que la celebrada secretos y mentiras. Lo que Leigh hace es presentarnos a una mujer indudablemente buena, con un corazón de oro y las mejores intenciones, que realiza unos actos que entonces eran delito en Inglaterra y que aún hoy en día un enorme porcentaje de ciudadanos de todas partes del mundo consideran abominable. Es decir, lo que Leigh consigue con Vera Drake es algo muy difícil: no decirle al espectador lo que ha de pensar y dejar que opine lo que quiera. Con la mayor objetividad posible se nos son presentados los hechos y somos nosotros, los espectadores, los que debemos forjarnos una opinión sobre Vera y sobre sus actividades. Hay una pregunta en el aire sobre dónde empieza la ley y termina la moral y qué pasa cuando los actos nacidos de la bondad están penalizados por la ley, pero no existe respuesta. Leigh no nos impone su manera de pensar, y ya sólo éso merecería por sí solo un sobresaliente, pero es que además la película es entretenida, tiene buen ritmo, está filmada con notable elegancia (Leigh no es Spielberg ni falta que le hace, porque cuida el plano al milímetro y no se deja llevar por el habitual estilo "dejado" del cine independiente), los diálogos están brillantemente escritos y en ningún momento la película resulta falsa en su emotividad. Si el público se emociona con lo que ocurre en pantalla es por la propia historia y no porque el realizador nos machaque con el sentimentalismo y la lágrima fácil. Leigh es un gran director de actores, y la comunión entre palabras e intérpretes es lo que crea ese cálido ambiente familiar de los Drake en el que se sustenta gran parte de la trama. Por supuesto que hay cosas que no funcionan, como las historias secundarias de Sid, los cuñados de la protagonista o la joven rica, pero se le puede perdonar porque el resultado es tan conmovedor, demoledor y, en una palabra, inteligente que sólo cabe desear que se hicieran más películas como Vera Drake.
Pero si el drama alcanza proporciones épicas es, como no podía ser de otra forma, gracias a la actriz que carga sobre sus hombros todo el peso de la cinta. Descubrir a Imelda Staunton a estas alturas es de una ceguera alarmante, porque lleva años demostrando su inmenso talento en las tablas del teatro y en multitud de películas (Mucho ruido y pocas nueces, Los amigos de Peter, Sentido y sensibilidad, Shakespeare in love, Harry Potter y la Orden del Fénix, etc), pero quizá nunca antes se había visto con tanta claridad su capacidad para el desgarro emocional, la expresión con la mirada y el poder de empatía. Su interpretación en el tercio final de la cinta, absolutamente demoledor, sin apenas palabras y entre constantes sollozos y murmullos entrecortados, es para enmarcarlo. Staunton logra hacerse inmortal en la piel de Vera Drake, precisamente porque ella tampoco juzga al personaje en ningún momento y porque no permite pensar en otros personajes que haya podido interpretar antes o después. Y eso, amigos míos, junto con la capacidad de resultar soberbia en comedia y drama, como es su caso, es lo que distingue a las superdotadas de la escena. Como Imelda Staunton.

Lo mejor: ¿Hace falta repetirlo? Imelda Staunton y la enorme inteligencia de Mike Leigh.
Lo peor: Las historias secundarias no hacían verdadera falta.
Sibila de Delfos
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