Los clásicos son los clásicos. Y como tal hay que respetarlos, nos gusten o no, aunque sea por lo que significan para la historia del cine o para millones de personas en todo el mundo.
Pero, por supuesto, que una película haya alcanzado la categoría de clásico no quiere decir que sea una obra maestra. De hecho, ni siquiera tiene por qué ser realmente buena.
Y éste es el caso de Dirty Dancing.
La película de Emile Ardolino es una cinta para ver cuanto más joven mejor, dejándose llevar por la música, el baile y el encanto de la historia de amor y los personajes. A poco que se quiera buscar un "algo más", una profundidad, un interés más allá del puro entretenimiento, el castillo de naipes se derrumba. Hay que verla como lo que es: una historia de amor ligera (muy ligera, de hecho), salpicada de bailes sensuales y música pegadiza, y que trata temas típicamente adolescentes (relaciones entre padres e hijos, amores, diversión, embarazos no deseados). Y por supuesto, es de esas películas que ganan puntos como "película de infancia" de quien la ve. Ese encanto extra le hace ganar mucho. Si se ve por primera vez siendo adulto, ya no es lo mismo.
Todo ésto no quiere decir que Dirty Dancing sea un horror. Al contrario. Puede que sea simplona, ultracomercial, vacía de contenido y sin ningún interés por plantear aunque sea mínimos desafíos argumentales y/o dramáticos, pero como se decía antes, ahí reside su encanto, y así es como hay que verla para disfrutarla. Como entretenimiento es excelente (a pesar de esa primera media hora algo torpe en su ritmo e interés), los números musicales están coreografiados y filmados con energía, la BSO es la mar de acertada, posee multitud de momentos poderosos por su emoción (las circunstancias tan duras por las que pasa Penny, los ensayos del primer concurso, la conversación final entre Baby y su padre, los momentos de Johnny y Baby... y el final, faltaría más) y la historia de amor funciona, a pesar de la espectacular sosería de Jennifer Gray, gracias al carisma y la entrega de un estupendo Patrick Swayze.
En pocas palabras: No es nada del otro mundo, no es lo mejor que se ha visto por ahí, pero tiene su encanto y sus aciertos.

Lo mejor: Patrick Swayze, la BSO y el encanto que desprende. Es una feel good movie en toda regla, y su eje de planteamiento-nudo-desenlace es perfecto.
Lo peor: Jennifer Gray (aunque mejora de cara al final), y lo simplón y poco elaborado que es todo... pero se perdona, porque al fin y al cabo se trataba de éso.