Sí, es buena. Buenísima. Y no parece española, uniéndose al grupo de películas patrias que lucen y sienten como extranjeras (al que pertenecen entre otras Camino, Concursante o Siete mesas de billar francés). Pero, ¿es Celda 211 la mejor película española del año? Podría, si no fuera porque quien ésto escribe es fan absoluta de Almodóvar y ha alucinado con El secreto de sus ojos, de Campanella.
Aun así, está claro que Celda 211 tiene elementos más que suficientes como para ser vista y alabada hasta la saciedad. La trama, emocionante como la que más, mantiene muy bien el suspense en todo momento y no se hace pesada en las casi dos horas que dura. Resulta muy gratificante ver cómo Antonio Resines parece haber decidido volver al buen cine y las mejores interpretaciones, dejando de lado sus insufribles gracietas "serranas", y cómo Luis Tosar es prácticamente el único actor español capaz de ser, según lo requiera el guión, ángel y diablo. Su Malamadre es ya un personaje icónico, aunque a mí particularmente me gusta much omás el actor gallego cuanto menos exagerado y extremo es su papel, como en Los lunes al sol o Flores de otro mundo. Así, los halagos mayores voy a dárselos al extraordinario Alberto Ammann, simplemente soberbio como este Juan Oliver al que el público acompaña en su triste odisea. Ammann, muy parecido físicamente a Félix Gómez, por cierto, transmite el miedo, la duda y el dolor ciego de su personaje con una simplicidad y efectividad arrolladoras.
En definitiva, una película diferente, arriesgada, valiente, excelente. aunque quizás no tanto como se está diciendo. Pero éso quiere decir que, como pueden ver, le pongo un 9 en vez de un 10.

Lo mejor: Alberto Ammann y la tensión incesante de la película, que Daniel Monzón maneja con maestría.
Lo peor: No es una obra maestra.