El abuelo es una maravilla. Una película hermosísima, de una sensibilidad y emotividad grandiosas.
Es hermosa sin duda en lo formal, con esa dirección artística del maestro Gil Parrondo, al frente de un equipo técnico de primerísimo nivel. Es espectacular apreciar la belleza visual de la cinta, con un tono, un color y un aprovechamiento de las localizaciones que nos hace recordar al cine de antaño, o incluso a grandes clásicos televisivos como Los gozos y las sombras o Fortunata y Jacinta, no por casualidad también adaptación de una novela de Benito Pérez Galdós. Pero sin duda, la mayor hermosura es la historia en sí, la de Rodrigo de Albrit, un hombre en la recta final de su vida, arruinado y con mala salud, pero aún con fuerzas no sólo para hacerse respetar entre sus convecinos, sino para descubrir quién de sus dos nietas es la legítima heredera del abolengo de su familia.
Sin duda, hay minutos que podrían haberse aligerado, en una película de casi dos horas y media, pero es un deleite absoluto para el espectador ser testigo de una preciosidad de historia, y del reparto tan inspirado que José Luis Garci coloca frente a la pantalla. Desde Rafael Alonso, sumamente entrañable, a Agustín González, pasando por una Cayetana Guillén Cuervo que jamás ha estado mejor que aquí, hasta llegar a Fernando Fernán Gómez, todos brillan a un nivel espectacular. Para Fernán Gómez, de hecho, sobran las palabras. Escenas como aquella en la que lee la cartilla al cura y los demás prohombres del pueblo, o cada ve que habla con su nuera, o la ternura que desprende en las escenas con las dos niñas... son lecciones continuas de interpretación de uno de nuestros mejores actores, un absoluto portento, que además fue también guionista, director, dramaturgo, poeta, novelista y académico de la lengua. Ahí es nada. Sobrenatural trabajo.
Quizás la mejor película de la carrera de Garci y, desde luego, su momento más inspirado de las últimas décadas.

Lo mejor: Fernando Fernán-Gómez, sencillamente sobrenatural, al frente de un reparto maravilloso, la ternura y emotividad de la historia y todo el trabajo técnico.
Lo peor. Quizás es demasiado larga, pero es tan hermosa...