Mucho antes de que existiera 50 sombras de Grey, ya había un Grey en la gran pantalla que le daba al sado...
Hay que ser muy valiente para rodar una película como Secretary.
Se necesita mucho valor para escribir una historia sobre la relación sexual entre un sádico y una masoquista enganchados al BDSM que acaban enamorándose, y además hacerlo con tanta naturalidad, pasando de prejuicios y dando voz al fin en una película a una realidad social y sexual que existe, por mucho que pueda desagradar o escandalizar. Se necesita mucho coraje, como Steven Shainberg, para poner en imágenes esta historia, aunque lo haga con tanta dejadez visual (la película parece rodada como si fuera un vídeo casero, aunque quién sabe, lo mismo era ésa la intención). Y sólo por esa valentía, a la película hay que reconocerle un enorme mérito. No es perfecta, no es una obra maestra, ni siquiera es una película notable (la narración, en contra de lo que pudiera aprecer por el tema que trata, está muy falta de pasión y de interés), pero es un soplo de aire fresco en el adocenado mundo del cine americano, y éso hay que reconocérselo y agradecérselo.
Y hay que ser muy valiente, o en su defecto llamarse Maggie Gyllenhaal y atreverse a lanzarse de cabeza a protagonizar esta película, metiéndose en la piel de este personaje. Una chica a la que le va el sado y que la dominen, que se autolesiona, que depende emocionalmente de un hombre, y que necesita ayuda psicológica a todas luces.Y Gyllenhaal, con esa valentía y con esa papeleta tan complicada que tenía, hace auténtica magia. Era tan fácil sobreactuar, pasarse de la raya, caer en la caricatura... y ella le da dignidad a un personaje imposible, que en manos de una actriz menos dotada, una actriz que no tenga esos ojos y esa capacidad de expresión, habría sido del todo infumable.
¿Polémicas? Las que el espectador quiera. Pero la película no juzga los comportamientos de los personajes, sino que los describe, simple y llanamente. Al fin y al cabo, lo que nos cuenta Steven Shainberg es una historia de amor. Curiosa, distinta, extraña, arriesgada, polémica. Pero historia de amor al fin y al cabo. Y como tal hay que disfrutarla. Porque si Grey y Lee no hacen daño a nadie... ¿quiénes somos los demás para inmiscuirnos en su peculiar felicidad?

Lo mejor: Maggie Gyllenhaal, simplemente soberbia. Y no ha de olvidarse a James Spader, que da una lección de contención y turbiedad al mismo tiempo.
Lo peor: No es nada del otro mundo y está rodada con torpeza.