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Voto de Sibila de Delfos:
8
Romance. Comedia. Musical Patricia sale con César, pero él no ha podido olvidar a Mara, su novia de toda la vida, que le dejó justo después de pedirle que se casara con él. Hace ya unos meses de esto pero aún no se ha recuperado. Su mejor amigo, Hugo, está decidido a animarlo y una noche de fiesta conocen a Paula, la hermana pequeña de Irene, un antiguo ligue de Hugo y la mujer de Pablo. Acabaron juntos tras la despedida de soltera de ella y nunca más han vuelto ... [+]
23 de octubre de 2015
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resumiendo mucho, Los miércoles no existen era un guión cinematogáfico de Peris Romano que, por circunstancias de la vida, acabó viendo la luz en formato teatral. Cinco años después, la obra sigue gozando de un extraordinario éxito en la capital y ha girado por todo el país, en parte gracias a su excepcional boca-oreja.
Y si ha existido y existe esa respuesta por parte del público es porque los personajes que pueblan Los miércoles no existen, la obra, y ahora también la película (por fin vuelve la historia al medio para el que fue inicialmente concebida), son cercanos, simpáticos, entrañables, censurables en sus actos muchas veces, pero siempre reconocibles. Son nuestro hermano, nuestro vecino, nuestro colega de toda la vida, nuestra novia, nuestro ligue de una noche. Lo que Peris Romano consigue, a medio camino entre el musical, el drama y la comedia (o "dramedia", como gusta llamarlo), es un homenaje a la mejor comedia romántica americana o británica de las últimas dos décadas. Eso es lo que es la película. Un divertimento para dejar los problemas fuera del cine, con buenos personajes, divertido muchas veces (los momentos entre Hugo y César), emotivo otras (el encuentro entre Mara y Pablo), delirante (la conversación entre Irene y Paula mientras hacen labores), romántico (el segmento casi final de Mara y Hugo) y a veces duro (la discusión a tres en el bar). La película tiene todas esas facetas y las explota sin prisa, con gran sabiduría narrativa por parte de Romano, que aún le queda para ser un gran director (a veces sus planos son algo torpes, y aun así, hay que ver qué partido saca a escenas como la de la cafetería entre Pablo y Mara, o cuando esta y César visitan el piso) pero sin duda maneja como guionista los complejos recovecos del corazón humano. No se preocupen si en algún momento se pierden con la cronología de los hechos. La historia es tan fresca, tan simpática, tan entretenida y la han hecho tan bien que las piezas encajan perfectamente. Eso sí, si no les gusta la comedia romántica, no la vean. Avisados quedan. Luego que nadie se sienta estafado. Pero si la disfrutan, prepárense para disfrutar con una cinta que le da sopas con hondas al 80% de películas de dicho género que llegan a las carteleras.
Los problemas de la película son más o menos los mismos que los de su hermana mayor teatral. No todas las historias son igual de interesantes (el triángulo entre Pablo, Irene y Paula queda un poco atrás) y sin duda la película se alarga en demasía, igual que su referente teatral. Avanza perfectamente hasta cierto momento, y a partir de ahí (en la película, más o menos cuando se cumple la hora y media de metraje) una cierta sensación de pesadez se apodera del conjunto, como si no hubiera necesidad de estirar tanto las historias y sólo se haga porque Peris Romano está demasiado enamorado de sus personajes (y no es de extrañar, así como tampoco es criticable) como para dejarlos marchar sin un último asalto que quizás no era demasiado necesario. Los números musicales, que seguro provocarán indigestión a muchos, también plantean un cierto problema, y es que resultaban mucho más frescos y especiales en el teatro. Lo que funciona sobre las tablas, con actores en directo y todo un público compartiendo la misma experiencia a la vez en feedback continuo con los artistas, no tiene por qué funcionar igual de bien en la pantalla, y eso ocurre en la película con las aportaciones musicales. No ayuda mucho que algunos actores, sobre todo María León y Gorka Otxoa, no sean precisamente cantantes consumados, aunque por supuesto su cante de andar por casa cuadra perfectamente con el estilo desenfadado y simpático de la cinta. Sin embargo, a pesar de esto, es justo reconocer que la música está interpretada y arreglada de un modo maravilloso y que cumple una función muy improtante en la historia. Y antes de que las palabras "El otro lado de la cama" acudan a su labios, hay que aclarar que la función de los dos guitarristas que aparecen continuamente es más la que tenían los dos músicos en Algo pasa con Mary (Peter y Bobby Farrelly, 1998), es decir, la de complementar lo que se ve en pantalla y reflejar los pensamientos de los personajes.
Personajes a los que dan vida un grupo de actores soberbio. Eduardo Noriega hacía mucho tiempo que no estaba tan bien, tan relajado y tan carismático, aunque le toca lidiar con uno de los roles menos simpáticos. Alexandra Jiménez y Andrea Duro también juegan con personajes un poco menos interesantes, sobre todo la segunda, pero sacan petróleo de sus intervenciones, especialmente Jiménez (gran actriz cómica, como ya demostró en Anacleto). María León desaparece rápido, pero deja con ganas de más porque siempre es un placer ver lo bien que se maneja en casi cualquier cosa. Lo mismo se puede decir de Inma Cuesta, que es un todoterreno, adaptable a todos los terrenos, y que sigue siendo única a la hora de dar vida a chicas encantadoras con un punto extravagante. Pero los mejores son sin duda los dos únicos que repiten personaje de la función teatral. Gorka Otxoa da perfectamente el tipo indeciso y perdedor de César. William Miller, simple y llanamente soberbio, sobre todo en la parte más cómica, resulta inolvidable como Hugo, ese seductor caradura con pocas luces y un punto de ternura que lo hace entrañable. Que a nadie le sorprenda una posible nominación en los Goya para Miller, porque es quien se está llevando los mayores halagos, y no es para menos
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sibila de Delfos
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