Notabilísimo film de Jorge Torregrossa, que cambia total,ente de registro después de su debut cinematográfico con la asfixiante y misteriosa Fin. Aquí nos propone una agradable y muy elaborada comedia dramática acerca de dos personajes perdidos en su vida en la ciudad de Nueva York, tratando de hacer frente a los vaivenes laborales, sentimentales y familiares que todos los seres humanos sufrimos continuamente. Y no está claro si es por la ambientación neoyorquina o por el excelente guión de Elvira Lindo, que rebosa naturalidad y humanidad y que nunca se excede en la mezcla de drama, comedia y amor, pero la sensación general que deja la película es la de estar viendo una historia universal que perfectamente hubiera podido venir bajo bandera americana, britanica o mexicana, porque habla de cosas mundanas con un lenguaje muy reconocible que desprende una ternura y un encanto infinitos.
Sin embargo, el ritmo es demasiado cansino en ocasiones y la película nunca se sacude de encima la sensación de que podría haber sido fácilmente diez o quince minutos más corta y no habría pasado nada (ver los encuentros y desencuentros de Jorge y Holly, demasiado extendidos en el tiempo). Afortunadamente, ahí está el reparto para salvar el día incluso en esos pocos momentos más flojos. Raúl Arévalo es un milagro, un todoterreno capaz de brillar en cualquier género o estilo. Aquí está encantador y romántico en una faceta nueva la mar de agradecida. Javier Cámara es un clásico de nuestro cine, y aquí le falta tiempo para esquivar un obstáculo que podría haber sido importante (físicamente encaja poco en el personaje de seductor lleno de encanto y éxito) para dar una nueva lección de saber hacer. Tampoco cabe olvidar a una divertidísima Tammy Blanchard, una encantadora y bellísima Sarah Sokolovic, una tronchante Gloria Muñoz y la siempre estupenda Carmen Ruiz, acompañantes femeninas de los protagonistas.
Una película para todos esos que se avergüenzan del cine patrio y piensan que el americano siempre es mejor. Una película que demuestra que lo que importan son las historias y los personajes, y no la bandera.

Lo mejor: Los actores, los diálogos de Elvira Lindo y el encanto de la propuesta.
Lo peor: Le sobran unos minutos.