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Animación. Comedia. Ciencia ficción. Musical. Infantil
En la mansión de Bugs Bunny, el conejo más rico del mundo. Sentado junto a su espectacular piscina y mientras saborea las mejores zanahorias nuestro amigo magnate nos presenta los momentos más divertidos y desastrosos de sus cartoons. Prepárate para reír cuando el astronauta Duck Dodgers (El Pato Lucas) se enfrenta al Marciano Marvin por el dominio del planeta X. Desciende nuevamente a la tierra y comparte la furia de Elmer cuando Bugs ... [+]
3 de marzo de 2009
47 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que tengo conciencia me obsesiona el personaje del Coyote. He tardado toda mi vida en desarrollar algo cercano a una teoría para explicarme a mí mismo esta obsesión. Lo que sigue es el resumen de un trabajo mental de años. Se basa en el esquema que se repite en todos los cortos de Chuck Jones y el Coyote:
1.- La necesidad. El punto de partida es siempre el mismo: El Coyote está desesperadamente hambriento. El motor de sus acciones no es la maldad. No actúa de una forma determinada porque lo hayan dibujado de una forma determinada.
2.- La aparición. Irrumpe el Correcaminos como un vendaval, como una visión. Es un ser único, imposible, científicamente borgiano; es decir, perteneciente a la rama fantástica del mundo animal. Paradójicamente, es un ser ya conocido para el Coyote, que lo identifica pese a no haberlo visto jamás. Y, para rizar el rizo, esto sucede película tras película, como si el personaje solamente viviese esos minutos y su conciencia se perdiera para volver a reaparecer en el siguiente episodio completamente virgen y sin memoria. ¿Por qué? Porque el Correcaminos es, en definitiva, una ensoñación recurrente: la fantasía cotidiana (ganar la lotería, hacer el amor con Giselle Bundchen) que sofoca nuestras carencias y que siempre la vivimos/imaginamos como la primera vez. Imposible no ver una relación causal en todo ello; la desesperación del Coyote crea el Correcaminos.
3.- La idea. Desde el principio el Correcaminos es inalcanzable, lo sabemos. Su aparición obra un efecto estimulante en el Coyote; inmediatamente se pone a cavilar sobre la mejor manera de cazarlo.
Y nos muestra su plan. Aquí el humor del absurdo es devastador, casi insoportable: jamás ha existido un plan más complicado para realizar algo tan sencillo. Jamás nadie ha tenido mayor seguridad en el éxito de una idea tan idiota como el Coyote, tanto que ríe por anticipado la mala suerte del pobre Correcaminos. Ahora comprendemos más cosas del Coyote. Ahora sabemos que su necesidad animal de obtener alimento se está transformando, mutando en un anhelo más ambicioso. El Correcaminos ha venido para hacer que las cosas encajen, que sus inventos sirvan, que sus planes estúpidos cobren sentido. Que su mundo estúpido cobre sentido.
4.- El fracaso. El sinsentido de la idea se revela. La piedra nunca cae cuando está debajo el Correcaminos. Parece un contrasentido, algo antinatural, un gag forzado para hacer reír, pero nada más lógico: Las leyes físicas sólo existen para el Coyote, no para el Correcaminos. Lo contrario sería perpetuar el autoengaño. La humillación postrera cuando ya está vencido el Coyote – el yunque olvidado que cae, el camión inesperado que pasa, en fin, nuestra malsana risa al asistir a tal desenlace- es el golpe definitivo que debería devolverle a la realidad.
1.- La necesidad. El punto de partida es siempre el mismo: El Coyote está desesperadamente hambriento. El motor de sus acciones no es la maldad. No actúa de una forma determinada porque lo hayan dibujado de una forma determinada.
2.- La aparición. Irrumpe el Correcaminos como un vendaval, como una visión. Es un ser único, imposible, científicamente borgiano; es decir, perteneciente a la rama fantástica del mundo animal. Paradójicamente, es un ser ya conocido para el Coyote, que lo identifica pese a no haberlo visto jamás. Y, para rizar el rizo, esto sucede película tras película, como si el personaje solamente viviese esos minutos y su conciencia se perdiera para volver a reaparecer en el siguiente episodio completamente virgen y sin memoria. ¿Por qué? Porque el Correcaminos es, en definitiva, una ensoñación recurrente: la fantasía cotidiana (ganar la lotería, hacer el amor con Giselle Bundchen) que sofoca nuestras carencias y que siempre la vivimos/imaginamos como la primera vez. Imposible no ver una relación causal en todo ello; la desesperación del Coyote crea el Correcaminos.
3.- La idea. Desde el principio el Correcaminos es inalcanzable, lo sabemos. Su aparición obra un efecto estimulante en el Coyote; inmediatamente se pone a cavilar sobre la mejor manera de cazarlo.
Y nos muestra su plan. Aquí el humor del absurdo es devastador, casi insoportable: jamás ha existido un plan más complicado para realizar algo tan sencillo. Jamás nadie ha tenido mayor seguridad en el éxito de una idea tan idiota como el Coyote, tanto que ríe por anticipado la mala suerte del pobre Correcaminos. Ahora comprendemos más cosas del Coyote. Ahora sabemos que su necesidad animal de obtener alimento se está transformando, mutando en un anhelo más ambicioso. El Correcaminos ha venido para hacer que las cosas encajen, que sus inventos sirvan, que sus planes estúpidos cobren sentido. Que su mundo estúpido cobre sentido.
4.- El fracaso. El sinsentido de la idea se revela. La piedra nunca cae cuando está debajo el Correcaminos. Parece un contrasentido, algo antinatural, un gag forzado para hacer reír, pero nada más lógico: Las leyes físicas sólo existen para el Coyote, no para el Correcaminos. Lo contrario sería perpetuar el autoengaño. La humillación postrera cuando ya está vencido el Coyote – el yunque olvidado que cae, el camión inesperado que pasa, en fin, nuestra malsana risa al asistir a tal desenlace- es el golpe definitivo que debería devolverle a la realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por supuesto, hay un punto 5. Para quien piense que este texto es una broma es el momento de decir que todo lo que he escrito lo pienso realmente. Y además, voy a citar a Albert Camus.
Dejemos al Coyote hundido y humillado, por millonésima vez y leamos lo que dice Camus de Sísifo, listo al pie de su montaña para empujar eternamente la roca que luego verá rodar:
“Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.”
Es cierto. Después de tantos años quizás haya que imaginar dichoso al Coyote que reaparece eternamente al pie del camino a pesar de soportar los golpes más inhumanos. Después de tantos años, creo que es él quien se ríe de mí.
Dejemos al Coyote hundido y humillado, por millonésima vez y leamos lo que dice Camus de Sísifo, listo al pie de su montaña para empujar eternamente la roca que luego verá rodar:
“Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.”
Es cierto. Después de tantos años quizás haya que imaginar dichoso al Coyote que reaparece eternamente al pie del camino a pesar de soportar los golpes más inhumanos. Después de tantos años, creo que es él quien se ríe de mí.