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Voto de Talibán:
9
26 de octubre de 2012
38 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas formas de contar la historia del Cine y la más usual es la peor de todas, la que se encuentra en las escuelas y facultades: ver el cine como una sucesión de hallazgos técnicos que se encadenan cronológicamente hasta llegar a la actualidad. Lo único que alabo del Godard cineasta es que narrara su historia del cine a partir de una progresión poética y personal, y que lo hiciera en imágenes.
La memoria del cine no está ordenada, eso es una ficción que aparece en los libros puesto que estamos en la era de la razón y la razón exige causas y efectos. No existe una memoria, existen muchas. Hay que aventurarse en ellas para remontar su cauce y encontrar el origen de este misterio prodigioso llamado cine. Contar la historia del cine debería ser viajar hacia lo más profundo, donde está la pasión y la capacidad para fascinar y dejarse fascinar.
La memoria del cine no está ordenada, eso es una ficción que aparece en los libros puesto que estamos en la era de la razón y la razón exige causas y efectos. No existe una memoria, existen muchas. Hay que aventurarse en ellas para remontar su cauce y encontrar el origen de este misterio prodigioso llamado cine. Contar la historia del cine debería ser viajar hacia lo más profundo, donde está la pasión y la capacidad para fascinar y dejarse fascinar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando ya no tengamos más explicaciones y se llegue a la fuente de donde arranca todo, allí encontraremos la unidad indivisible del sentimiento, el núcleo de la emoción que nos proporciona la imagen: allí está el rostro humano captado por la cámara. No hay nada igual en el siglo XX. El semblante de la desconocida Lisa cuando Stefan Brand le levanta el velo y vuelve a ser una niña; el Amanecer de la esposa que resucita a nuestra mirada; la sonrisa de Apu; la joven de la playa mirándonos directamente a los ojos al final de “La dolce vita”.
Y en el principio de todo estará siempre el final de “Luces de la Ciudad”, la forma más sencilla y trasparente que ha tenido el Cine de mostrar la sencillez y transparencia de los sentimientos. Allí está todo: en el velo final que se levanta, en el primer rayo del sol que contiene la última sonrisa, en la mirada directa de una persona tímida de la que emana toda la fuerza de su pudor vencido; sabemos que hemos llegado al final y que ya no hay nada más, porque la última resistencia cede en nuestro interior, se rompe, y nadie nos librará de que brote salvaje y pacífico el manantial de la emoción.
Y en el principio de todo estará siempre el final de “Luces de la Ciudad”, la forma más sencilla y trasparente que ha tenido el Cine de mostrar la sencillez y transparencia de los sentimientos. Allí está todo: en el velo final que se levanta, en el primer rayo del sol que contiene la última sonrisa, en la mirada directa de una persona tímida de la que emana toda la fuerza de su pudor vencido; sabemos que hemos llegado al final y que ya no hay nada más, porque la última resistencia cede en nuestro interior, se rompe, y nadie nos librará de que brote salvaje y pacífico el manantial de la emoción.