Larga agonía, la que le toca vivir al cine español, si se nutre de "artistas" que intentan hacer de algo que no son. Del mismo modo que si yo me pusiera a diseñar piezas para un bólido, o investigar sobre la vacuna de cierta enfermedad, el Señor Aragón (Emilio), se empeña en tratar de aparentar algo que no es, y como era de esperar, el resultado es bastante deficiente. Aún recuerdo "operas primas" que pasaron con nota un primer examen (vease, "Pasos" de Federido Luppi), pero esta película parece más bién el capricho de un niño consentido, la guinda en un pastel que alguién quiere colocar como colofón a una sobrevalorada carrera.

Si nos centramos en la película, ninguno de sus protagonistas está a la altura (ni siquiera un flojo Imanol Arias logra pasar el corte). La historia resulta pelín soporífera, no engancha al espectador en ningún momento, y en numerosas ocasiones rondan por la cabeza la idea de parar su visionado.

Una película totalmente prescindible, y en la que, por si fuera poco, el mismo "director" nos deleita con una pequeña interpretación, dónde nos demuestra, una vez más, que si hay algo que el señor Aragón es, dista mucho de lo que todos entendemos por artista.