Culebrón con todas las de la ley, basada en el best-seller de Grace Metalious y guionizada por John Michael Hayes.
Tiene calidad, sobre todo técnica, siendo nominada en su día nada menos que para nueve Óscars. Fue, en este sentido uno de los mayores fracasos de la historia del cine al no conseguir ninguno. Pero el público la respaldó siendo un grandioso éxito popular, que tuvo su continuidad en la televisión, al rodarse una serie a partir de esta historia.
Historia que toca de lleno cuantas pasiones se puedan expresar, aunque de forma vista hoy demasiada ingenua. Las cuitas y comidas de cabeza que tienen algunos personajes no son para tanto, pero Mark Robson, director con estimables obras, pero en bastantes ocasiones muy académico, como en esta ocasión, logra un film vistoso y nada aburrido pese a las dos horas de duración.
Sin embargo, tampoco deja huella, repito, vista hoy en día (año 2009), puesto que todo es olvidable argumentalmente hablando. Tan sólo los personajes de Arthur Kennedy y Hope Lange son de recibo, estando ambos excelentes, sobre todo Kennedy, que fue uno de los nominados.
Lo mejor es el plano técnico, con sobresaliente fotografía a toda pantalla a cargo de William C. Mellor y la música de Franz Waxman.
Estupendos intérpretes, algunos de ellos comenzando prácticamente sus carreras, y no mucho más si la analizamos en profundidad.
Una reliquia hoy en día, polémica en su momento.
Preciosos paisajes de Maina y de Nueva York, concretamente en el Lake Placid.

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