Da la impresión de que Joe Wright, tras las sesudas y cuidadas Expiación y Orgullo y prejuicio, necesitaba desfogarse, hacer algo más directo, más movido, un producto, en definitiva, menos exigente. Así ha nacido Hanna, una cinta de acción con una adolescente entrenada para cumplir las misiones más peligrosas y capaz de escapar de cualquier enemigo e incluso abatirlo. Todo ello al ritmo de los Chemical Brothers. Como vemos, muy alejados de los dramas de época que venía de rodar Wright.
El director, que no ha querido prescindir de uno de sus descubrimientos, Saoirse Ronan (una chica que hipnotiza con su amplísima variedad de recursos), se entrega por completo a un puro ejercicio de estilo aplicado al género de acción. Hanna tiene un insípido guion con unos personajes no demasiados interesantes, pero Wright sabe darle dinamismo y efectividad, lo justo para entretener. Wright parece consciente de que tiene en sus manos un producto menor, y lo utiliza para experimentar con juegos de cámaras, planos curiosos y un montaje epiléptico. Lo mejor, sin duda, es la banda sonora de Chemical Brothers, muy acorde con lo mostrado en pantalla.
No es ni mucho menos una gran película; Hanna es una curiosidad que puede que guste a los busquen una cinta de acción resultona. Su descaro y su aparente desaliño encierran más de una sorpresa. Y poco más.