Cuando uno se inicia en el arte, como le ocurre a Guillem Morales, comienza buscando su estilo en el de otros. Tras un brillante debut con El habitante incierto, Morales firma su segunda película, Los ojos de Julia, en la que se entreven diversas influencias cinematográficas, siempre asociadas al género de misterio o terror.
En Los ojos de Julia tenemos al maestro Hitchcock (no puede ser de otra manera), pero también a Dario Argento, a Mario Bava, a Scorsese, a Polanski e incluso a los maestros del terror japonés. Son un amplio abanico de influencias que hacen de Los ojos de Julia una mezcla de subgéneros del misterio muy interesante. La película de Morales puede ser vista como un cuento gótico, como un thriller, como un giallo, como un relato de fantasmas, o como todo a la vez.
No quiere eso decir que Los ojos de Julia sea un pastiche, un corta y pega, ni mucho menos. Morales sabe dar originalidad a todas esas influencias y utilizarlas de la forma más eficaz. Su dirección es ágil, efectiva y proclive a la imagen poderosa. Los ojos de Julia tiene momentos verdaderamente poderosos, de gran tensión psicológica. Puede que su historia ande en la cuerda floja de vez en cuando, pero se le perdona, porque Morales lo compensa con muchas otras virtudes: una interpretación portentosa de Belén Rueda, una ambientación que transpira sordidez y frialdad, una banda sonora que sabe estar en los momentos más importantes y una factura visual llena de estilo.
Los amantes del género sabrán apreciar en Los ojos de Julia la honestidad de quien ha bebido del género y reconoce sus méritos. Morales se nota un apasionado y no lo oculta. Superar ese escollo y entregarse sin complejos a la historia que tiene delante merece un aplauso. Y más si lo hace tan bien. A pesar de las muchas críticas (que me hicieron ver la película con cierto escepticismo), Los ojos de Julia me gustó. Y mucho.