El último exorcismo es una película de terror bastante sencilla con dos objetivos muy claros: 1) radiografiar la América profunda, y 2) aterrorizar al espectador con una vuelta de tuerca a las películas sobre exorcismos y posesiones. Lo digo claramente: objetivos conseguidos sobradamente.
Esta película es una de las mayores sorpresas que me he llevado yo en mucho tiempo en el género de terror. Mucha gente la relacionará con El proyecto de la bruja de Blair por su uso de la cámara en mano, pero el resultado es muy diferente. Aunque no quiero entrar en comparaciones, no creo que sirva de nada.
La primera virtud de El último exorcismo es su mordaz presentación de los personajes y del ambiente rural y supersticioso de la América profunda. La primera media hora de esta película es impagable, un derroche de inteligencia y sarcasmo, con un personaje principal, interpretado por Patrick Fabian (durante la película no paraba de preguntarme dónde había visto yo a este tía antes), que interpreta a un exorcista dispuesto a destapar el fraude de las posesiones demoníacas. Pero, como suele ocurrir, tendrá que enfrentarse a un caso que no puede explicarse con su escepticismo innato.
Y después de sentar bien las bases y armar una historia bastante creíble, sobreviene el terror. Hay imágenes en El último exorcismo que hielan la sangre, que de verdad te estremecen. La cámara en mano dota a la película de un plus de realismo, pero el director de la película no se duerme en los laureles y la aprovecha al máximo.
Los amantes del género se van a llevar una gran sorpresa con esta película. Está hecha con mucha más inteligencia que la media de las de su género, y además consigue verdaderamente lo que toda película de terror busca: aterrorizar al espectador. Lo consigue... vaya si lo consigue...