Secuestrados es una de esas películas que te impactan por su realismo, por su capacidad para ponerte de los nervios y su ritmo sin tregua. Es una historia brutal, contada sin paños calientes, y además con la dificultad técnica de estar rodada en sólo doce planos secuencia (algo que acentúa el realismo, pero que técnicamente es muy difícil).
Secuestrados es una de esas películas que está contribuyendo a que el cine español atraviese fronteras y sea visto en círculos cinematográficos como el americano, tan competitivo. Su atrevida propuesta y su innovadora puesta en escena son en verdad dignas de aplauso. Todo en esta película está planteado para remover al espectador en su asiento, para hacer que se coma las uñas, para hacerlo sufrir con los protagonistas. Unos excelentes actores, como Fernando Cayo, Manuela Vellés y Ana Wagener, hacen posible que el miedo traspase la pantalla y padezcamos con ellos.
Estamos ante una película vibrante, entretenida y cruda. Miguel Ángel Vivas, debutante, no da tregua al espectador y sabe cómo crear tensión con cada plano. Se nota en la cinta la gran planificación que se ha tenido que llevar a cabo antes de rodar, y eso, para los que nos fijamos en los detalles, es impagable. Secuestrados no sólo es un reto narrativo, sino un reto técnico. Y el resultado final es bastante bueno.