La soga es una obra de teatro convertida en cine. La excelente dirección de Hitchcock, en un único plano secuencia, refuerza ese aire teatral. Los actores están todos estupendos, dando vida a un guión impecable, lleno de diálogos afilados, punzantes y cargados de filosofía y humor negro. Al fin y al cabo, la película es un juego, un intento de demostrar las teorías nietzscheanas que tenían su origen en esos artículos que escribía Raskolnikov en Crimen y castigo, de Dostoievski.
La soga, en definitiva, es una pequeña joya en la filmografía de Hitchcock. La dirección es inmejorable, de una técnica impecable y sin embargo muy natural. Los actores nos ofrecen interpretaciones cargadas de matices, sobre todo Stewart y los dos asesinos. Y qué decir de los diálogos, base de la película y mediante los cuales avanza la trama, llegando a un clímax de extraordinaria tensión. Hay que verla, como todo lo que hizo Hitchcock.