Hay que luchar por ser felices, y muchas veces esa felicidad es el resultado de un giro de 180 grados en nuestra vida. Un buen año es la historia de Max Skinner, un "tiburón" de la bolsa de mucho éxito pero que nunca se ha parado a disfrutar durante un segundo lo que es la vida. Hasta el momento en que herede un viejo "chateau" francés, lugar en el que se crió y que hará que se plantee el rumbo de su existencia.
Lo que más me sorprende es el director. Ridley Scott hace un paréntesis en su carrera y se atreve con una comedia de corte clásico para lucimiento de su querido Russell Crowe. No lo hace mal el australiano, aunque me quedo con la bellísima Marion Cotillard y su irresistible sonrisa. También Albert Finney, en un personaje que ejerce casi de columna vertebral de la historia, está magnífico. Ridley Scott sabe cómo dar cierta elegancia y sutileza a la historia, aunque ésta adolezca de muchos puntos muertos, de cierta languidez sobre todo en su primera hora.
Un buen año es una historia agradable, con buenas interpretaciones y elegante factura, que deja un buen sabor de boca. Pero no por ello escapa de ciertos tópicos, cayendo en soluciones fáciles que restan fuerza a las emociones y sentimientos que quiere transmitir el film. Todo queda en una película para alegrarse el día, para arrancarnos una sonrisa, pero que igualmente puede durar en nuestra memoria tanto como esa misma sonrisa.