Conan el Bárbaro es quizás la más gloriosa película de aventuras jamás rodada, con una banda sonora de la que seria poco decir que es absolutamente perfecta, una fotografía onírica, una épica y unos personajes memorables y un guión que sin ser nada del otro mundo inspira aventura y emociona con sus frases lapidarias y momentos de extrema belleza en los que su banda sonora acentúa la preciosista fotografía.

En su aborrecible secuela no hay NADA de eso. Conan se ha vuelto blandito y ya no es el super hombre de Nietzsche. Ha cambiado de ka-tet y su grupo ahora parece el carromato de los payasos del circo que no los carísmáticos guerreros que lo acompañaban en su primera aventura, con su Valeria.

En esta el guión es de chiste, Conan se ha vuelto medio gafapasta y habla más en los diez primeros minutos que en toda la primera parte, los malos son de pacotilla, y los monstruitos de gomaespuma, totalmente risibles y ridículos ante la sobriedad de Tulsa Doom y sus drugos vaya.

Una pena que haría revolverse a Robert E. Howard en su tumba sin duda, y esperemos que la nueva Conan, prevista para el 2011, no acabe de vituperar a nuestro pobre bárbaro.