Una cinta en principio anómala: uno de los mejores directores de películas del oeste y uno de los actores tradicionales de las mismas se unen para hacer algo que no tiene nada que ver con un western y hacen una obra maestra. Al margen de los dos protagonistas, impecables los secundarios: desde Barry Fitzgerald y su papel de metomentodo a Victor McLaglen en el del cuñado rico de Wayne... No tienen tacha alguna. Hay escena memorables en esta cinta: la carrera de caballos en la playa, el recorrido desde la estación al pueblo arrastrado a Mary Kate... Una película para tenerla, guardarla y conservala con mimo.