No se sabe hasta qué punto pueden llegar los seres humanos cuando se dejan llevar por sus pasiones más bajas, por sus frustraciones, por su soledad y su rechazo, tanto propio como del resto de miembros de la sociedad, y en ocasiones son estas sensaciones las que le llevan a individuos que pasan desapercibidos a converstirse en verdaderos monstruos asesinos sin escrúpulos, sólo para hacer ver que son ellos los que tienen el poder sobre sus víctimas, y que son capaces de hacer cualquier cosa con tal de saciar sus instintos o sus anhelos por medio del crimen, la muerte o el sufrimiento ajeno.
Esa es la materia que estudia la agente Clarice Starling en el departamento de psicología del FBI, de manera tan brillante que un superior, John Crawford, le pide ayuda para resolver el caso de un criminal en serie, llamado Bufalo Bill, consiguiendo que colabore el educado (pero a la vez sádico, despiadado y antropófago) doctor Hanibbal Lecter. Con esta investigación la agente no sólo tendrá que hacer frente a un caso de fuerte implicación tanto física como psicológica, sino que también se verá obligada a rememorar traumas de su infancia y de la dura vida que llevó antes de entrar en el FBI.
Una historia envolvente, escalofriante, intrigante y repleta de suspense; unos personajes redondos, gracias a las extraordinarias interpretaciones de Jodie Foster, como la valiente y algo atormentada agente Starling, y de Anthony Hopkins, como el contradictorio y extremadamente inteligente doctor Lecter; una banda sonora que mantiene al espectador en vilo desde que la primera nota llega a sus oídos; una dirección sobresaliente; y una imágenes y momentos impactantes que dejan sin aliento hacen de esta cinta una lección magistral de suspense y una de las cumbres de la cinematografía americana de las últimas décadas (además de una de mis películas favoritas).