Iré al grano. He descubierto esta serie por casualidad y he de decir que después de ver 7 temporadas en apenas un mes, ha logrado ponerse entre mis 10 favoritas de la historia. Ni Perry Mason, ni Ally McBeal, ni ninguna otra. Esta es LA SERIE de abogados con mayúsculas. Aquí no hay buenos ni malos. Hay buenas o malas defensas. Lo más característico que se puede decir de la serie y que a mi me ha llamado especialmente la atención, es que cuando ambas partes, fiscalía y defensa, hagan sus alegatos finales, os encontrareis con los mismos dilemas morales que los protagonistas. Sabedores, igual que la defensa, de que el acusado es culpable, os vereis en la obligación de creer que no merece ser acusado si el caso no aporta pruebas de una culpabilidad fuera de toda duda razonable.

El reparto es irregular pero los guiones son magníficos.

Por desgracia la última temporada (la cual he empezado a ver hace poco) sufrió de un recorte de presupuesto e hizo que varios de los personajes principales abandonaran el barco, perdiendo así la serie gran parte de su personalidad, pues en mi opinión, se fueron los mejores. De ellos sólo quedó Steve Harris, que daba vida al siempre recto Eugene Young. Y tuvo que ver durante la última temporada, cómo su bufete pasaba de tener unos valores éticos intachables e inquebrantables a convertirse en una casa de putas. James Spader no encaja pero logra aportar frescura a la serie con su personaje, desgraciadamente Rhona Mittra, Jessica Capshaw y la aparición estelar de Sharon Stone durante 3 episodios, conviertieron la serie en otro Ally McBeal.