Esto se debe a la gran escena del encuentro entre el detective y la esposa, tras ese diálogo esclarecedor, revelando que la narración es una creación del poeta. Tras ella, en cambio, el conjunto chirría bastante, pues si la obra es creación del propio personaje que la protagoniza ¿Acaso Neruda escribía género policíaco carne de best-seller? ¿Dónde queda entonces la sublimación de la belleza y la delicadeza? ¿La melancolía y la nostalgia? ¿El desamor y el dolor? Por muy entretenida que sea la película - que lo es y mucho, ahí su valor - parece que la figura de Neruda es meramente circunstancial más allá de subrayarse varias veces su posición de burgués comunista.

Por último, una vez aceptamos el giro western en los Andes, creemos que la película terminará con ese hombre abandonado en la nieve. De repente se nos explica palabra por palabra las conclusiones que la película ya nos había sugerido anteriormente, cayendo en la obviedad y e la reiteración. Por no mencionar el innecesario epílogo en París, que más parece una imposición por parte de los productores que una manera de rematar el desenlace.