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Voto de harryhausenn:
7
6,4
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Drama
Dos amigos de la infancia se besan como parte de la filmación de un cortometraje para la universidad. Tras el beso, ambos comienzan a preguntarse cuáles son sus auténticas preferencias sexuales, lo que pone en peligro la estabilidad de sus vínculos sociales. (FILMAFFINITY)
22 de octubre de 2019
41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Xavier Dolan cumple treinta años. Otros directores más jóvenes que él llegarán a los grandes festivales. Nosotros también hemos cumplido treinta años, y otros espectadores más jóvenes escribirán acerca de otros directores. El tiempo, rápido o lento, pasa. Qué se le va a hacer. Dolan, niño prodigio que debutaba hace diez años abandona la post-adolescencia y se interna en la edad adulta, tardía para todos nosotros en el siglo XXI, al alcanzar la treintena.
Matthias & Maxime parece ser una despedida del universo de sus primeros films antes de emprender un nuevo camino como cineasta. Pero sí no se tratase de ello, al menos sería un delicado broche a uno de los estilos más reconocibles de la década, pues la contención de esta, su ¡octava! película nos hace vislumbrar un cineasta adentrándose en su madurez emocional tras su característica paleta de colores pastel y sepia.
Matthias. Maxime. Antiguos compañeros de instituto. Amigos, Algo más. O no. Uno es alto, el otro bajo, uno tiene el rostro perfecto, el otro tiene una mancha de nacimiento en él, uno tiene novia, el otro no, uno es extravertido, el otro intravertido, uno es de familia burguesa, el otro de familia disfuncional de extrarradio. Pese a todas estas diferencias, ahí siguen juntos en su círculo de amigos. Maxime se va a trabajar de camarero a Australia en unas semanas. Matthias ha conseguido gracias a un enchufe un puestazo en un bufete de abogados. En una de sus últimas fiestas entre colegas, se ven casi por obligación participando en un corto. En la escena tienen que besarse apasionadamente, cosa que no supone problema ninguno para absolutamente nadie. Excepto, claro, para Matthias y Maxime.
Matthias & Maxime parece ser una despedida del universo de sus primeros films antes de emprender un nuevo camino como cineasta. Pero sí no se tratase de ello, al menos sería un delicado broche a uno de los estilos más reconocibles de la década, pues la contención de esta, su ¡octava! película nos hace vislumbrar un cineasta adentrándose en su madurez emocional tras su característica paleta de colores pastel y sepia.
Matthias. Maxime. Antiguos compañeros de instituto. Amigos, Algo más. O no. Uno es alto, el otro bajo, uno tiene el rostro perfecto, el otro tiene una mancha de nacimiento en él, uno tiene novia, el otro no, uno es extravertido, el otro intravertido, uno es de familia burguesa, el otro de familia disfuncional de extrarradio. Pese a todas estas diferencias, ahí siguen juntos en su círculo de amigos. Maxime se va a trabajar de camarero a Australia en unas semanas. Matthias ha conseguido gracias a un enchufe un puestazo en un bufete de abogados. En una de sus últimas fiestas entre colegas, se ven casi por obligación participando en un corto. En la escena tienen que besarse apasionadamente, cosa que no supone problema ninguno para absolutamente nadie. Excepto, claro, para Matthias y Maxime.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Nunca veremos la escena del beso, si acaso podremos intuírla en el reflejo de una ventana cuando la futura directora lo enseña a su familia. Todos comentan la audacia, la energía, la vivacidad de la obra. Pero no el beso. Nadie. Sólo Matthias, que sigue atormentándose por el gesto. Un rumor corre acerca de un morreo entre los dos en el instituto, pero, de nuevo, absolutamente nadie le da importancia. Sólo la pareja del título.
Vemos a Matthias descargar su rabia nadando en un lago por miedo a que sus emociones lo dominen. En medio del agua termina por perderse y sufre una crisis nerviosa. Una escena magnífica en la que las burbujas, que explotan en primer plano recuerdan a las afiladas ramas que herían al sargento Penderton de Reflejos en un ojo dorado, aquel hombre que atravesaba un bosque cabalgando furioso a caballo en plena crisis nerviosa, rabioso de sus sentimientos hacia el recluta Williams. Vemos también a este joven Adonis codearse con un compañero de trabajo insufrible, cuya mayor seña de identidad es fingir una virilidad que le viene grande y que lo convierte ridículo y molesto.
Lejos queda el Dolan histriónico. Aunque en ciertas subtramas aún percibimos algunos dejes histéricos, la clave de la película es el silencio de ambos protagonistas. Su distanciamiento tras la escena deja claro el sentir de cada uno. Y en el inevitable enfrentamiento final, todo explota, para bien y para mal. Mención aparte merece lo natural que resulta el círculo de amigos. Quizás las escenas más espontáneas que Dolan haya filmado hasta hoy.
Dolan cierra la película con un epílogo en lo que no todo queda demasiado claro, pero poco importa. Los personajes, aún en la resaca de la liberación momentánea de sus sentimientos, no siempre siguen un camino recto. Un email que no tuvo respuesta, una llamada que nunca llegó... Nunca sabremos exactamente qué ha pasado por la cabeza de ambos los últimos días antes que Maxime se vaya a Australia, pero una vez que abra la puerta para irse al aeropuerto,descubrimos que el asunto se cerrará con un poco más de luz aunque no conozcamos el desenlace. Esa puerta que Maxime cierra para embarcarse en la vida adulta es la puerta que Dolan cierra a sus recuerdos de adolescencia, a su círculo de amigos, a sus líos amorosos cuando debía reprimir sus ganas.
hommecinema.blogspot.com
Vemos a Matthias descargar su rabia nadando en un lago por miedo a que sus emociones lo dominen. En medio del agua termina por perderse y sufre una crisis nerviosa. Una escena magnífica en la que las burbujas, que explotan en primer plano recuerdan a las afiladas ramas que herían al sargento Penderton de Reflejos en un ojo dorado, aquel hombre que atravesaba un bosque cabalgando furioso a caballo en plena crisis nerviosa, rabioso de sus sentimientos hacia el recluta Williams. Vemos también a este joven Adonis codearse con un compañero de trabajo insufrible, cuya mayor seña de identidad es fingir una virilidad que le viene grande y que lo convierte ridículo y molesto.
Lejos queda el Dolan histriónico. Aunque en ciertas subtramas aún percibimos algunos dejes histéricos, la clave de la película es el silencio de ambos protagonistas. Su distanciamiento tras la escena deja claro el sentir de cada uno. Y en el inevitable enfrentamiento final, todo explota, para bien y para mal. Mención aparte merece lo natural que resulta el círculo de amigos. Quizás las escenas más espontáneas que Dolan haya filmado hasta hoy.
Dolan cierra la película con un epílogo en lo que no todo queda demasiado claro, pero poco importa. Los personajes, aún en la resaca de la liberación momentánea de sus sentimientos, no siempre siguen un camino recto. Un email que no tuvo respuesta, una llamada que nunca llegó... Nunca sabremos exactamente qué ha pasado por la cabeza de ambos los últimos días antes que Maxime se vaya a Australia, pero una vez que abra la puerta para irse al aeropuerto,descubrimos que el asunto se cerrará con un poco más de luz aunque no conozcamos el desenlace. Esa puerta que Maxime cierra para embarcarse en la vida adulta es la puerta que Dolan cierra a sus recuerdos de adolescencia, a su círculo de amigos, a sus líos amorosos cuando debía reprimir sus ganas.
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