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Voto de harryhausenn:
3
Drama La película gira en torno a una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados. (FILMAFFINITY)

5 de octubre de 2017
27 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película airea los trapos sucios de una familia burguesa de Calais. Dicho así, no puede parecer más apetecible, pero el resultado no convence. No se profundiza en la trama de cada personaje, durante casi dos horas saltamos de un miembro de la familia a otro sin que tengamos la sensación de avanzar en el relato. Además, los supuestamente terribles secretos familiares son tratados con una superioridad moral por parte del director que nos hace alejarnos de la obra. Hay temas que Haneke ya había tratado con maestría en sus obras anteriores: el suicidio en El séptimo continente, las fantasías sexuales de La pianista... Ni siquiera el que parecía el tema principal, los refugiados, se representa como debería, reducido a una escena que utiliza a los inmigrantes de forma anecdótica, sin implicación del director en el problema. La familia vive en el Calais actual como podría tratarse de otra ciudad, en otra época.

Es sin duda su película más aseptizada. Ni un ápice de aquel hombre que nos torturaba en cada película sin excepción volviéndose un referente internacional de las escenas de tensión: el plano fijo de quince minutos de Funny games, la sangre en la pared de Caché, el final de La pianista, la escopeta de El tiempo del lobo, la tormenta que vemos acercarse en 71 fragmentos, la compañera de clase en El vídeo de Benny. La bofetada a Susanne Lothar en La cinta blanca. Incluso en Amour, la escena en la que Trintignant relata sus días de campamento - referenciada de manera bochornosa en esta nueva entrega. Nada de aquello que hizo de Haneke un nombre a seguir, un maestro que ha inspirado a nuevos cineastas como Lanthimos, su análisis de la violencia tan pormenorizado hasta mostrarla en su forma más cruda y realista; nada de eso aparece en Happy end. Además, lo que nos deja, apenas tiene sentido, cohesión o interés.

Porque el talento de Haneke va más allá de la violencia, por supuesto. La ruptura de códigos narrativos apoyándose en el apartado visual nos ha brindado sus obras más revolucionarias: Funny games dinamitaba la cuarta pared para ironizar acerca de los esquemas comerciales del cine y Caché jugaba con los planos para que no supiéramos si éramos meros espectadores o si formábamos parte de la escena. En Happy end leemos los mensajes subidos de tono en una pantalla de Facebook, los trapos sucios de un hombre respetable y con poder cuyas debilidades le dejan en entredicho. Sin duda sería algo novedoso para una serie de la HBO de hace quince años, pero en el cine de hoy ya es un cliché demasiado socorrido. Estas escenas palidecen además si recordamos cómo Jaime Rosales utilizó las redes sociales con maestría en Hermosa juventud: un canal de evasión y expresión para una nueva generación de proletarios devastados por el sistema. No es de extrañar, por tanto, que Haneke no terminase su proyecto Flashmob, visto este uso tan desaprovechado de los nuevos canales de comunicación.

No me explico qué ha podido suceder con el arte del austriaco, aunque temo lo peor. Temo que su irreverencia y rebeldía de los noventa se hayan disipado para siempre dejándonos un cineasta acomodado. La última obra realmente revolucionaria que nos ha presentado fue Caché hace doce años ¿Ha cambiado de público Haneke una vez que se ha ganado el favor de las esferas?¿Es Happy end un recopilatorio de greatest hits, suavizado y aromatizado para el agrado de una platea burguesa incapaz de aceptar el malestar o las críticas de trabajos más rompedores? Al menos eso parece. Buena suerte, entonces.

hommecinema.blogspot.fr
harryhausenn
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