The Lovely Bones es una película llena de contrastes, con momentos brillantes y situaciones que rayan el esperpento. No estamos ante una de las grandes películas del año pero sí ante una de las más interesantes, tanto para lo bueno como para lo malo.

Basada en la obra “Desde mi cielo” de Alice Sebold, la cinta relata el asesinato de la joven Susie Salmon (Saoirse Ronan) y la investigación posterior llevada a cabo por su padre, personaje interpretado por Wahlberg que, junto con la abuela de la chica (Sarandon), se convierte en el soporte de una familia rota por la tragedia.

Pero si hay alguien que destaca por encima de todo el reparto ese es Stanley Tucci. Con este film, el gran secundario del cine americano ha conseguido situarse en la lista de villanos que han hecho historia. ¿Quién no recuerda a Anthony Perkins, Anthony Hopkins o el más reciente Javier Bardem de No es país para viejos? El actor, acostumbrado a papeles menos transcendentales, derrocha talento en las secuencias cargadas de tensión, como en el cara a cara con Michael Imperioli. Su compañera de reparto, Saoirse Ronan, confirma las expectativas creadas con películas como Expiación -que le valió su primera nominación al Oscar- y que le colocan como uno de los rostros a seguir en el futuro. Wahlberg está correcto, Sarandon graciosa y Rachel Weisz poco puede aprovechar de un personaje no escrito para su lucimiento.

La trama comienza con un prólogo brillante, que hace presagiar que estamos ante una gran obra. No obstante, donde la cinta naufraga en su intento de ser una de las grandes del género, es en las imágenes de esa especie de limbo en el que se encuentra nuestra protagonista, un hecho sorprendente teniendo en cuenta la pericia de su director en el manejo de los planos fantásticos. Peter Jackson no es capaz de conjugar los momentos dramáticos con esas secuencias oníricas excesivamente edulcoradas que, en algunos casos, resultan innecesarias e incluso ridículas; lo que hace que la película no suba a los cielos y se quede precisamente en ese limbo del que trata de huir la protagonista, donde tantas prometedoras películas permanecen en el olvido. El efectismo, en este caso, prima sobre la efectividad.

El desenlace, más propio de una saga como Destino final, no está a la altura de un director de la talla –artística- de Jackson, aunque, cabe decir, la cinta se deja ver y mantiene al espectador en una incómoda tensión en las más de dos horas de proyección, especialmente en los acontecimientos desarrollados en el vecindario, lugar en el que se condensan los momentos álgidos del metraje y del que la película jamás tuvo que huir.

-Lo mejor: El gran Stanley Tucci

-Lo peor: Las almibaradas secuencias oníricas de la protagonista