Pixar era un estudio que solía ofrecer auténticas maravillas en sus primeros años (los ejemplos son bastantes), apostando en los últimos por una estrategia de estrenar secuelas innecesarias y que están a años luz de las originales (aquí los ejemplos también son numerosos), o simplemente trabajos menores, perdiendo la magia en el camino y siendo una sombra del gran estudio de animación que fue en su día.

A pesar de ello, me parece injusto el trato que le está dando Disney (que al final es la propietaria, para desgracia del estudio… y del público), estrenando sus films (a raíz de la pandemia) directamente en la plataforma de Disney Plus, de forma gratuita (al contrario que sus propias producciones) y sin pasar por cines. Se sabe que los que forman parte de Pixar no están nada contentos con esta situación, ya que sus obras se están estrenando prácticamente sin hacer ruido y por la puerta de atrás, por muchos premios que se les dé posteriormente (como es el caso de Soul).

Pero estamos aquí para hablar de Luca, la nueva película de Pixar, y que, a pesar de mis reticencias con anteriores trabajos de la compañía (las decepcionantes Onward o Soul), había captado mi interés ante la promesa de un trabajo más ameno, desenfadado y sencillo. Y eso es exactamente lo que nos ofrece Luca, la cual no deja de ser un trabajo menor del estudio (ya me parece imposible que recuperen el buen hacer de sus primeras obras), pero que al menos es emotiva, entretenida, simpática y deja un buen sabor de boca, aparte de ser una opción perfecta para disfrutar en familia en pleno verano.

A estas alturas del cuento es imposible buscarle un reproche a Pixar en lo que se refiere a la animación, apostando en esta ocasión por un diseño de personajes más simplista y caricaturizado, siendo una decisión acorde a la historia, y asombrando con un pueblo de Italia que luce espectacular (por no decir realista). Es increíble de lo que son capaces con los paisajes, especialmente el mar o los momentos de lluvia (en eso son únicos), logrando unas escenas refrescantes que nos evocan a los veranos de la infancia que todos recordamos con cierta nostalgia.

Y es que eso es exactamente lo que ofrece la película, una aventura veraniega con unos personajes entrañables (se les coge cariño enseguida) y momentos que navegan entre lo divertido (ojo a algunos gags) y lo emotivo (atención a la estupenda banda sonora, que no hace añorar a otros compositores de la casa), especialmente en sus últimos compases, cuando sus responsables ponen toda la carne en el asador, ofreciendo una producción sencilla, pero repleta de reflexiones sobre la tolerancia, la diversidad o simplemente la confianza en uno mismo y los que nos rodean. Ya sabéis, hablamos de Pixar, y siempre hay algo que rascar en una premisa que parece más sencilla de lo que realmente es, aunque en esta ocasión la podrán disfrutar tanto los adultos como los más pequeños de la casa.

Y es que se agradece que el estudio haya abandonado (al menos temporalmente) la trascendencia y profundidad (por no decir petulancia) de sus últimos trabajos, los cuales alejaban a los pequeños de la casa, centrándose solamente en un sector del público, lo que era un error que los primeros trabajos de Pixar no cometían. Aquí todos quedarán satisfechos si se dejan llevar por esta loca aventura en la que unos niños quieren disfrutar, mientras se encuentran a ellos mismos en un pequeño pueblo de Italia. Uno de esos casos en los que se da lo que se promete.

¿Podría haber sido mejor? Seguramente. ¿Se le puede pedir más? Sí, pero convence y funciona. ¿Quizás la olvidemos en unos años porque hay producciones animadas mucho mejores? Es posible, pero al menos hace pasar un buen rato y se olvida de la pretenciosidad de otras propuestas de la compañía, lo cual se agradece. Y es que a veces la gente sólo quiere disfrutar y emocionarse, y Luca da en el clavo. Una refrescante aventura que cumple su cometido. Ni más ni menos.

Más críticas: ocioworld.net