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España España · Córdoba
Voto de Tavarel:
8
Drama El planeta ha sido arrasado por un misterioso cataclismo y, en medio de la desolación, un padre y su hijo se dirigen hacia la costa en busca de un lugar seguro donde asentarse. Durante el viaje se cruzarán con otros supervivientes: unos se han vuelto locos, otros se han convertido en caníbales. Adaptación de una novela de Cormac McCarthy, autor de "No es país para viejos". (FILMAFFINITY)
5 de febrero de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre es el único ser del planeta Tierra que, como saben, liga toda su vida a la contingencia del futuro. Su existencia tiene la capacidad de traspasar las barreras del espacio para enmarcarse en los límites difusos del tiempo; y ello, que tan profusamente le otorga poderes insospechados, le atormenta profundamente. Y no me refiero sólo a la muerte, sino a la muerte en vida, a la consumación de los mayores temores de su existencia, como la pérdida de su encauzamiento. Si una cultura pierde sus principios, sus bases cohesivas, con ella se pierde toda integridad moralizante, al encontrarse frente a las puertas del vacío; al igual, toda persona, en el tránsito de su vida, está expuesta a la inquietud constante del derrumbe de sus valores por la incidencia de un entorno hostil.
Todos conocemos que el dualismo sempiterno del bien y el mal, la polaridad de la valía, se origina en gran medida por las circunstancias, por el contexto en el que nos hayamos criado. Lo bueno, nos dicen, es lo bueno para la sociedad, para su propia supervivencia y, con su prosperidad, se originará la tuya propia. El bien se identifica con la conservación de un modelo activo, con una vida que se pretende próspera y repleta de propósitos existenciales. Su concepto variará, hasta puede que cuasi diametralmente, en función de nuestra cultura, de nuestros propósitos vitales –los que nos han inculcado.
El mal, por opuesto, se relacionaría con los actos más impíos para la supervivencia de lo que hay, de la identidad de lo que existe.
Todo ello no hace más que responder, ante todo, a una sencilla premisa: recorremos un camino que creemos cierto y del que se espera un final que nos libere de él, un camino con una dirección que creemos que, por ende, le otorga un sentido.

Cormac McCarthy, por desgracia, nos muestra un mundo donde ha florecido un Apocalipsis que requiere de la negación de los valores y toda moralidad anterior para una hipotética supervivencia. La mayoría de los hombres, débiles y comprometidos, se derrumban ante tamaño desafío. Otros, no obstante, atienden a las nuevas exigencias del nuevo mundo, un mundo desalentador que evoca al acto las cuestiones más pesimistas en toda mente esperanzada. El nuevo poder sólo atiende a las exigencias más básicas de su condición, a la supervivencia a toda costa.

(Continúa en el Spoiler por falta de espacio, sin destripes)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tavarel
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