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Voto de Tavarel:
8
6,6
55.054
Drama
El planeta ha sido arrasado por un misterioso cataclismo y, en medio de la desolación, un padre y su hijo se dirigen hacia la costa en busca de un lugar seguro donde asentarse. Durante el viaje se cruzarán con otros supervivientes: unos se han vuelto locos, otros se han convertido en caníbales. Adaptación de una novela de Cormac McCarthy, autor de "No es país para viejos". (FILMAFFINITY)
5 de febrero de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre es el único ser del planeta Tierra que, como saben, liga toda su vida a la contingencia del futuro. Su existencia tiene la capacidad de traspasar las barreras del espacio para enmarcarse en los límites difusos del tiempo; y ello, que tan profusamente le otorga poderes insospechados, le atormenta profundamente. Y no me refiero sólo a la muerte, sino a la muerte en vida, a la consumación de los mayores temores de su existencia, como la pérdida de su encauzamiento. Si una cultura pierde sus principios, sus bases cohesivas, con ella se pierde toda integridad moralizante, al encontrarse frente a las puertas del vacío; al igual, toda persona, en el tránsito de su vida, está expuesta a la inquietud constante del derrumbe de sus valores por la incidencia de un entorno hostil.
Todos conocemos que el dualismo sempiterno del bien y el mal, la polaridad de la valía, se origina en gran medida por las circunstancias, por el contexto en el que nos hayamos criado. Lo bueno, nos dicen, es lo bueno para la sociedad, para su propia supervivencia y, con su prosperidad, se originará la tuya propia. El bien se identifica con la conservación de un modelo activo, con una vida que se pretende próspera y repleta de propósitos existenciales. Su concepto variará, hasta puede que cuasi diametralmente, en función de nuestra cultura, de nuestros propósitos vitales –los que nos han inculcado.
El mal, por opuesto, se relacionaría con los actos más impíos para la supervivencia de lo que hay, de la identidad de lo que existe.
Todo ello no hace más que responder, ante todo, a una sencilla premisa: recorremos un camino que creemos cierto y del que se espera un final que nos libere de él, un camino con una dirección que creemos que, por ende, le otorga un sentido.
Cormac McCarthy, por desgracia, nos muestra un mundo donde ha florecido un Apocalipsis que requiere de la negación de los valores y toda moralidad anterior para una hipotética supervivencia. La mayoría de los hombres, débiles y comprometidos, se derrumban ante tamaño desafío. Otros, no obstante, atienden a las nuevas exigencias del nuevo mundo, un mundo desalentador que evoca al acto las cuestiones más pesimistas en toda mente esperanzada. El nuevo poder sólo atiende a las exigencias más básicas de su condición, a la supervivencia a toda costa.
(Continúa en el Spoiler por falta de espacio, sin destripes)
Todos conocemos que el dualismo sempiterno del bien y el mal, la polaridad de la valía, se origina en gran medida por las circunstancias, por el contexto en el que nos hayamos criado. Lo bueno, nos dicen, es lo bueno para la sociedad, para su propia supervivencia y, con su prosperidad, se originará la tuya propia. El bien se identifica con la conservación de un modelo activo, con una vida que se pretende próspera y repleta de propósitos existenciales. Su concepto variará, hasta puede que cuasi diametralmente, en función de nuestra cultura, de nuestros propósitos vitales –los que nos han inculcado.
El mal, por opuesto, se relacionaría con los actos más impíos para la supervivencia de lo que hay, de la identidad de lo que existe.
Todo ello no hace más que responder, ante todo, a una sencilla premisa: recorremos un camino que creemos cierto y del que se espera un final que nos libere de él, un camino con una dirección que creemos que, por ende, le otorga un sentido.
Cormac McCarthy, por desgracia, nos muestra un mundo donde ha florecido un Apocalipsis que requiere de la negación de los valores y toda moralidad anterior para una hipotética supervivencia. La mayoría de los hombres, débiles y comprometidos, se derrumban ante tamaño desafío. Otros, no obstante, atienden a las nuevas exigencias del nuevo mundo, un mundo desalentador que evoca al acto las cuestiones más pesimistas en toda mente esperanzada. El nuevo poder sólo atiende a las exigencias más básicas de su condición, a la supervivencia a toda costa.
(Continúa en el Spoiler por falta de espacio, sin destripes)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Un padre, no obstante, recorre junto a su hijo un camino de destino incierto. Son supervivientes en el nuevo mundo, pero conservan la llama, la luz que guiaba a los hombres antes del cambio. El padre, dubitativo y cansado, enseña con dificultades a su deseoso hijo -lo único que conserva en este mundo- este fuego anterior. No obstante, él sabe que tal guía quizás no tenga ya sentido en un mundo como éste, que quizás sólo lleve al mayor de los engaños, pero su rechazo moral al nuevo orden y su pequeña esperanza localizada en la mirada esperanzada de su pequeño le otorgan la suficiente fuerza para continuar por este sendero que transcurre entre contornos grises.
Una de las obras más interesantes y sorprendentes que un servidor ha visionado en mucho tiempo, que descubre a una nueva promesa interpretativa en esto del cine, Kodi Smit-McPhee, al igual que remata una de las carreras más interesantes de los últimos años, la del genial Viggo Mortensen. Una fantástica fotografía y una clásica puesta en escena describen un mundo donde se citan temas tan fundamentales como el sentido de la vida, la muerte, la idea de Dios, la relatividad e importancia de nuestros actos y, ante todo, el profundo amor y compromiso que un admirable padre siente por su hijo.
Muy recomendable, sobre todo para aquellos que necesitan de malos momentos para poder encauzar sus propias ideas.
Una de las obras más interesantes y sorprendentes que un servidor ha visionado en mucho tiempo, que descubre a una nueva promesa interpretativa en esto del cine, Kodi Smit-McPhee, al igual que remata una de las carreras más interesantes de los últimos años, la del genial Viggo Mortensen. Una fantástica fotografía y una clásica puesta en escena describen un mundo donde se citan temas tan fundamentales como el sentido de la vida, la muerte, la idea de Dios, la relatividad e importancia de nuestros actos y, ante todo, el profundo amor y compromiso que un admirable padre siente por su hijo.
Muy recomendable, sobre todo para aquellos que necesitan de malos momentos para poder encauzar sus propias ideas.