Sin dudas es la más fallida de toda la filmografía de Ritchie, junto a "Insólito destino" (2002). El film comienza bien pero termina en un verdadero despropósito fracasado de imitar a David Lynch, encima colman el vaso esos especialistas que aparecen en los créditos, como si de un documental se tratase, intentando dar a conocer que toda la cinta se estuvo hablando del ego.

Esta coproducción entre Ritchie y Besson tiene tan poco de uno como del otro. Pocas de las características, al menos de las buenas, de estos directores europeos se hacen presentes. La trama pierde el sentido cuando se hunde en ese mar de filosofías mal contadas sobre el narcisismo para la cual se utiliza a los personajes como marionetas, intentando que éstos expliquen una teoría que sencillamente les queda grande. A todo esto se le suma una equívoca voz en off, que en otras películas de Ritchie cuadra a la perfección pero que aquí confunde más de lo que ayuda, que se supone es el subconsciente del protagonista. Pero incluso luego se suma también la voz en off de Liotta y todo se "liotta".

Los diálogos son una de las pocas cosas "ritchieanas" que permanecen intactas, siempre tan buenos y negrísimos aunque como el resto de la película tienden a confundir al espectador diciendo más de lo que deben. Aún así hay uno en particular que define muy bien la teoría sobre el egocentrismo humano: "ámame u ódiame pero al menos admite que soy especial". Lamentablemente la narración tampoco ayuda porque en definitiva uno de los "grandes giros" del film es bastante previsible, me refiero a los compañeros de celda de Statham.

Increíblemente una de las más importantes virtudes del cine de Ritchie falla en "Revólver", estoy hablando del aclamado montaje del director británico que aquí se pasa de rosca y se torna demasiado complejo y enredado. La muestra más evidente es la gran escena de Strong donde éste se carga a balazos a toda una banda entera, las escenas se corren unas a las otras de una manera muy poco geográfica.

La estética sí es buena y de hecho no me molesta para nada la inclusión anime a lo "Kill Bill" (Quentin Tarantino, 2003). O los colores exagerados como la habitación azul de Liotta, creo que le da un toque lynchianezco -¿se acuerdan de las cortinas rojas de "Twin Peaks", (1990)?-.

Las actuaciones están muy logradas, destacan en particular un intenso Liotta y la revelación de Strong como el gánster "freak".

A todo esto y más allá de los fallos, incoherencias y pretensiones de Ritchie no puedo negar que es divertida y entretiene, pero todo tiene su límite y hay cosas que no se perdonan.

Lo mejor: el ritmo jamás decae.
Lo peor: demasiadas pretensiones filosóficas. Le pasa el agua por encima del puente.