Antes de firmar su tan idolatrada “The Godfather”, Coppola (un director que ha filmado varias de las mejores películas de la historia pero también varios truños, algo que otros se han ahorrado) se puso tierno en una cinta como esta en la que aprovecha para practicar con varios de sus actores fetiche, como fueron James Caan y Robert Duvall.

La intención es positiva, la bella Shirley Knight (a la que la edad ha tratado muy mal) se escapa de casa con la intención de romper la monotonía de su hogar, y descubrir otro mundo sexual que revolucione su acomplejado espíritu. En lugar de eso se cruza con James Caan, un educado joven con claros problemas mentales.
La trama se centra en la relación entre ambos, y en lo complicado que lo tiene Caan para adaptarse a la sociedad de los 60 (algo que los europeos actuales vemos de lejos, pues para algo hay seguridad social…). Todo intenta ser muy emotivo, excesivamente emotivo, está forzado, no llega a emocionar sino que más bien epata con su ñoñería.

Película muy ñoña que, esperemos, tuviera alguna función en obras futuras.
Como pro cabe decir que no se hace aburrida (entre otras cosas porque larga no es). Pasa con más pena que gloria.