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Voto de Gabi Oldman:
6
Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2014
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No es nada fácil hacer una película sobre una enfermedad tan seria como el SIDA sin caer en la tentación de la lágrima fácil o del eterno sentimiento compasivo hacia el protagonista, y pese a que existen grandes obras que contienen estos tópicos y no por ello se hacen menores, como Philadelphia de Jonathan Demme, tanto una cosa como la otra deben nacer del propio espectador, y esto es una de las mayores bazas de un film que no juega con los emociones del público sino que se limita a contar una historia de forma cruda, real y sin juicios de valor ni maniqueísmos.

Se nos presenta a un Matthew McConaughey, que nunca ha estado mejor, para sorpresa de muchos incluyendo a un servidor, interpretando a un rudo cowboy texano, drogadicto, mujeriego, homófono y todo lo que se puede esperar de un personaje de la América profunda, al que le diagnostican SIDA, con todos los problemas que eso conlleva en una sociedad intolerante e inculta como la del lugar en los años 80, aunque en ocasiones vemos casos en la actualidad que hacen pensar que hemos aprendido muy poco o nada.

Es una película más correcta que brillante, con una dirección floja que deja caer todo el peso en las interpretaciones, sobre todo las de los dos protagonistas: el ya alabado McConaughey, y un Jared Leto impresionante, dando vida a un travestí, que devora la pantalla e, incluso y sin desmerecer, al propio protagonista. Todo lo contrario que Jennifer Garner, sin duda el punto negro de la película, interpretando a una doctora cuya importancia se pierde por culpa de su nula interpretación.

Un film arriesgado, valiente y necesario, que no busca la gloria, marcado por las pautas del cine independiente norteamericano, que evita la lágrima fácil hasta en lo inevitable.
Gabi Oldman
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