Sí claro que es una película de culto, pero no precisamente por un gran elenco (Walker y Diesel eran unos completos desconocidos hasta aquel entonces) ni por el guión (superficial y hasta vulgar) sino por la "novelería" que creo a partir de su estreno.

¿Qué novelería? pues la del archiconocidísimo "tunning", o hablando en cristiano eso de personalizar automóviles para hacerlo (valga la redundancia) más rápido y más furioso, haciendo todo tipo de cosas como modificar motores, pintarle con colores chillones y como no podía faltar adornandole con una mujer ("super-tuneada" claro está).

La verdad es que todo esto ya existía mucho tiempo atrás, pero no cuajó hasta que Rob Cohen dirigiése este film entretenido, inteligente (por el bestial marketing de la productora) pero que está muy lejos de ser genial. Por más nitro que le ponga no llegaría a este apelativo.

El mundo se tuvo que rendir ante un proyecto que supo calar admiración entre los "cinéfilos tuerca" y muy en especial entre la juventud, la misma que llenó butacas ( y los bolsillos de Universal Studios consecuentemente) gracias a una idea interesante y novedosa que salió en el momento justo de exhibición y con un único propósito: entretener.

En cuanto al elenco también contó con buena suerte, ya que como dije anteriormente, todo el elenco no conocía la palabra "éxito protagónico", si no es por esta película. Walker y Diesel se defienden en cada rol, y conforman un dúo nada despreciable, más bien se complementan a la perfección. Las chicas, bueno no se tendría que decir mucho con tan esbeltas figuras, pero sobresale de sobremanera el talento de Michelle Rodriguez, la única que en realidad actúa porque el resto se conforma con el simple hecho de ser bonita.