Pocas narraciones son tan acertadas como las de Victor y Genevray, pocas direcciones son tan atinadas como la de Philippot y pocas actuaciones son tan vulnerablemente exquisitas como la de Suliane Brahim.

Al "terror" de este filme se lo puede calificar de, quizás, terror inteligente o terror psicológico pero así y todo, yo prefiero catalogarlo como 'drama familiar in crescendo'.
Su personal cuota de suspenso no es más que un marco para un guión que detalla con rigor artístico la evolución de sus personajes en tan solo cien minutos.
A destacar las actuaciones en general ya que todas logran mimetizarse entre sí, amalgamando gradualmente la premisa con el conjunto sin desoír los tiempos, esenciales en el argumento.

Como toda producción, tiene sus puntos flacos aunque los mismos no condicionan en absoluto el desarrollo de la trama, con escenas que aparentan relleno debido al manejo errado del propósito de algunas de las mismas.

Lo mejor: su ambientación gris a plena luz del sol y cómo esta muta para solapar en sedas un realismo que sugiere la decantación de la locura por peldaños, todo cubierto con un tinte profundamente cortazariano.

Lo peor: lo precoz de su resolución, como queriendo aglutinar sin solucionar en pos de cubrir los tiempos para quedar en los límites de un film aceptable en su extensión horaria.