Quizá no hice bien en ver "Magical Girl" antes que "Diamond Flash", pero aquí me hallo. Si digo esto no es porque la segunda sea mejor o peor que la primera, sino porque en Magical, Vermut no muestra su potencial de la misma manera. Y claro, piensas que vas a ver una película poco convencional pero vamos...
"Magical Girl" es una historia más sencilla y menos surrealista que "Diamond Flash". Los juegos de vidas entrelazadas están presentes en ambas; igual que los niños, personajes importantes en su versión infantil o adulta, y el imaginario del cómic. Diamond Flash es un superhéroe atípico y un tanto especial. También el hilo que conecta toda la historia. La segunda cinta del director español es, a simple vista, complicada y no apta para todo tipo de públicos.
El pacto que Vermut hace con el espectador no es nada del otro mundo. O entras en su dinámica, en su juego, o no entras. Si os soy sincera, justo cuando acabé de ver la película, pensé que es demasiado extensa. Sin embargo, unos minutos después empecé a cavilar sobre lo que acababa de ver. Por eso me gusta esta película: te hace pensar, no te deja indiferente y si acabas diciendo que es un bodrio puede ser por dos motivos. Uno: no has entrado en su juego; dos: no has pensado lo suficiente.
Tal y como digo en el título, Carlos Vermut no es David Lynch, pero mola. Aunque algunos críticos los han comparado, creo que el estadounidense sigue siendo único. Las comparaciones son odiosas, todos lo sabemos, y aquí no iban a ser menos. Sus estilos sólo se asemejan en lo enrevesado, en la necesidad de un espectador libre de prejuicios y en el tono surrealista.
Lo único negativo que le encontré fueron algunos diálogos de su inicio y su duración. Los diálogos me parecieron algo forzados en algunos momentos, poco naturales. Las interpretaciones van mejorando a lo largo del film, por suerte, así que no le daré más vueltas. Respecto a la duración, tengo un dilema. No sobra nada en la historia, eso es cierto. Pero también lo es que el ritmo se ralentiza en algunas escenas. Soporífera sería demasiado, digamos solo lenta. Eso sí, hay que verla sin duda.