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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
9
Comedia. Romance Un ingenuo joven de provincias (Gary Cooper) va a Nueva York para hacerse cargo de una herencia de veinte millones de dólares. Allí se enamora de una chica encantadora (Jean Arthur), sin saber que es la periodista que lo ridiculiza en sus artículos. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así, con estas palabras, es como define Louise «Babe» Bennett a la vida misma en un momento determinado de la película, más precisamente cuando comprende el verdadero fondo humano que atesora el incomparable Longfellow Deeds, interpretado por un genial Gary Cooper. Capra elabora a través de este personaje una de sus intransferibles fábulas morales y nos la entrega con el envoltorio de un cine de altísimos quilates, con un guion que roza la perfección, una dirección de actores magistral, un planteamiento visual sencillo y sin pretensiones y una precisión narrativa sobresaliente. En todo caso, y aunque el fuerte de Capra quizá no se decante del lado de una técnica memorable, «El secreto de vivir» constituye uno de los más claros ejemplos de la profundidad conceptual de su cine, un canto a la vida sencilla y a esos valores humanos que el director siciliano supo llevar al celuloide quizá como ningún otro.

La repentina «bendición» de una herencia exagerada que cae sobre el humilde y sencillo Longfellow Deeds es la premisa narrativa sobre la que pivota todo el film. Obligado a mudarse a la ciudad de Nueva York y a entrevistarse con parásitos y buitres empresariales e institucionales de todo tipo, Deeds sorprenderá a quienes le rodean por su lógica llana y natural, sus observaciones acerca de la especulación y la burocracia y su desprecio hacia la petulancia y la absurda pedantería intelectual y social de la que de pronto se ve rodeado. El mensaje del film glosa una crítica abierta hacia el individualismo feroz de la sociedad capitalista y hacia la insana costumbre de confundir sencillez y candor humano con estupidez. La gentuza que acude a rapiñar alguna migaja de la repentina fortuna de Deeds no dejará de intentar timarle o de obtener su favor. Los miembros de la ópera, los leguleyos administradores de la fortuna del difunto y muchos otros caerán en esta confusión tan propia del urbanita hacia el hombre de la pequeña ciudad. Deeds demostrará todo el tiempo tener la cabeza perfectamente ubicada sobre los hombros, ofreciendo respuestas simples y contundentes y desarrollando, a causa de las mentiras y actitudes canallescas que se le profesan, una desconfianza que le sume poco a poco en la amargura.

Capra entrelaza a la trama principal una bellísima historia de amor, viciada desde el comienzo por la actividad periodística absolutamente inescrupulosa y ruin de «Babe» Bennett, llevada adelante por una fascinante Jean Arthur, actriz muy del gusto del director. A medida que avanza la proyección «Babe» parece ser la única en comprender el verdadero valor humano de Deeds, y esto acrecienta un impostergable sentimiento de culpa en su interior. Como en la mayoría de los films de Capra, en un momento dado las cadenas con las que las normas sociales tienen prisioneros a ciertos personajes se harán añicos, y «Babe» se convertirá, durante la extensa y controvertida escena del juicio, en la principal defensora de los valores y la naturaleza de Deeds.

Capra recogió gracias a este film uno de sus tres premios Oscar® al Mejor Director, totalmente merecido, al igual que los otros dos. Menciono esto porque el mérito de un director no debe medirse exclusivamente por su capacidad para manejar la imagen, el sonido y las interpretaciones, sino que lo adecuado es computar su trabajo global, el cual incluye como una de las tareas más importantes la construcción narrativa del film y su capacidad para seducir al espectador. En este sentido, «El secreto de vivir» resulta una película que roza la perfección. La cadencia en el desarrollo de la trama y la fuerza expresiva, la alternancia de momentos de comedia con otros que nos invitan irremediablemente a la reflexión y la forma en la que consigue que el espectador logre una empatía completa con el protagonista nos hablan de una película perfectamente «dirigida».

Gary Cooper demuestra su grandeza una vez más dando vida a este Longfellow Deeds, uno de los personajes sin duda más complejos e interesantes de toda la obra de Capra. Como representante de la vida sencilla y sin ostentaciones, como paradigma total de una existencia basada en el gusto por los placeres simples y el altruismo, la generosidad, la bondad, el amor y la grandeza de espíritu, le veremos luchar a brazo partido en el mar de tiburones en el que cae desde el momento en el que se convierte en millonario. La interpretación es rica en matices, llegando a su punto más álgido durante la escena del juicio, cuando Deeds guarda un empecinado silencio que resulta, no obstante, sumamente elocuente.

Obra maestra de Frank Capra, una perla más en el fascinante collar de fábulas utópicas que compuso en su carrera, especialmente en la década de los treinta. Película «clásica» en todo el sentido de la palabra, ofrece una de las reflexiones más lúcidas que nos ha entregado la historia del cine sobre la vacuidad del materialismo. Una película para reír, disfrutar y reflexionar.
Arsenevich
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