Las películas divididas en diferentes episodios ya sean dirigidos por uno o varios directores suelen pecar de una cierta inconsistencia e irregularidad que acaba casi siempre afectando a su resultado global. No es el caso de “7 días en La Habana” pues hay que reconocer (seguramente con la excepción del episodio rodado por Elia Suleiman que sí rompe un poco con el tono del resto) que las diferentes historias logran mantener un cierto estilo e incluso compartir personajes y establecer relaciones narrativas entre ellas. El problema de este film confeccionado a siete manos es que en ningún momento alcanza la fuerza necesaria para llegar al espectador . Sí, es cierto que el objetivo de ilustrar el día a día de una ciudad como La Habana se consigue con creces. Que el retrato de sus gentes llenas de vitalidad, alegría y solidaridad pese a todas las dificultades es ajustado y que la esperanza ya sea en forma de un futuro lejos de la isla o abocada en aspectos religiosos está siempre presente, pero si dejamos a un lado estos aspectos ya conocidos por estar mejor dibujados en otras películas o documentales nos daremos cuenta que cinematográficamente hablando “7 días en La Habana” deja mucho que desear. Y eso que el arranque es esperanzador. Seguramente “El Yuma” (el episodio que supone el debut tras las cámaras de Benicio del Toro) es el mejor de todos ellos pero posteriormente ninguno logra ni siquiera mantener el nivel y la película se pierde en una serie de postales sin apenas interés narrativo. Algo decepcionante sobre todo teniendo en cuenta la atractiva batería de directores con que contaba el proyecto.

Lo mejor: el primer episodio dirigido por Benicio del Toro.

Lo peor: el pobre resultado global de todo el conjunto.