Poco parece quedar ya en Jesús Garay de aquel director que produjo una cierta sacudida esperanzadora en el desangelado panorama del cine catalán de finales de los ochenta, con “La bañera”. El riesgo, la propuesta novedosa que supuso aquel film brillan por su ausencia en “Eloïse”, o mejor dicho queda todo en la carcasa, en unas expectativas que se van diluyendo conforme uno se adentra en la historia de Asia, la chica protagonista de esta película tan previsible como acomodaticia, que parece pensada para despertar conciencias burguesas de tarde de domingo. Garay se muestra torpe en su empeño de fragmentar la historia, quizás en un desesperado intento por darle entidad cinematográfica a la película, y no consigue que quede claro ni el pasado de los protagonistas ni que la historia de amor resulte creíble. La poca capacidad interpretativa de su joven elenco tampoco ayuda en este aspecto, a excepción de una Laura Conejero que se muestra tan eficaz como de costumbre. Sus ínfulas filosóficas (esas referencias al Demian de Hermann Hesse, que seguro que sus potenciales espectadores no sólo no habrán leído si no que ni siquiera habrán oído hablar de él) resultan estériles ante la poca consistencia del relato principal cuando no rozan el patetismo (que falsa queda la escena de Eloïse intentando enseñar el mundo de los sentidos a Asia). Ni siquiera las estilizadas escenas sensuales despiertan mayor interés que el de descubrir nuevas caras (y cuerpos) en el firmamento cinematográfico patrio . Al final y viendo el resultado uno está tentado de pensar que simplemente se trataba de eso.

Lo mejor: su bienintencionado mensaje.

Lo peor: cuando se intenta poner filosófica.