Hay películas en que uno solo de los elementos que la componen ya justifica por si solo el precio de la entrada. Es el caso de “Vincere” y la interpretación de su actriz protagonista, Giovanna Mezzogiorno, soberbia, espléndida, magistral, reconciliando al espectador con el gusto y disfrute de asistir a una lección del noble y antiguo oficio del actor. Y no es que esté falto el nuevo trabajo del director Marco Bellocchio de alicientes y cualidades, de logros artísticos de primerísimo nivel, pero la actuación de la actriz italiana sobresale por encima de todos ellos, dando forma a un personaje de los que queda incrustado en la retina para siempre. La composición del personaje de Ida Dasler, la amante de Benito Mussolini, está llena de matices, gestos, palabras, miradas, en definitiva de esa magia que solo desprenden los actores en estado de gracia y que consigue que todos los sueños, anhelos, emociones en estado puro que desprende su personaje traspasen la pantalla para adherirse en la piel de cada uno de los espectadores. A su lado todo parece menor, pero lo cierto es que Bellocchio transforma un pedazo de la Historia de Europa del siglo XX en una tragedia griega de tono operístico, con un despliegue visual y sonoro espectacular que envuelve al espectador transportándolo al escenario de unos hechos convulsos de la mano de una de las figuras clave para entender el mundo en que vivimos . Pero que nadie piense por ello que estamos ante una película política. “Vincere” es ante todo una historia de amor. De un amor y una pasión a las que solo pudo superar el sentido de la dignidad. Es la lucha inquebrantable de esa mujer por hacer prevalecer la verdad la que dota de fuerza y razón una película como “Vincere”.

Lo mejor: Giovanna Mezzogiorno, súblime.

Lo peor: ciertos aspectos de la narración, algo confusos.