Se hace difícil para los que somos escépticos en estos temas encontrar virtudes en "El rito", por mucho que las busquemos como el padre Lucas busca razones para alimentar sus creencias. Si un servidor no hay duda que considera "El exorcista" una gran película por sus valores estrictamente cinematográficos y que la han convertido en todo un icono y referencia dentro del género, en "El rito" solo sabe encontrar una tendencia al más de lo mismo, la enésima explotación del fenómeno Hannibal Lecter, ahora en versión exorcista a cargo de un Anthony Hopkins que se convierte en el principal atractivo del film y un mensaje final de tufillo carca que acaba dejando un sabor más agrio que dulce en la retina del espectador. "El rito" juega con la baza que le da el estar basada en un caso real, pero aunque al principio su virtuosismo visual puede llegar a seducir pronto se adentra en terrenos más trillados y en su tramo final acaba aclarando que todo la dosis de crítica hacia la vertiente más primitiva y ritual de la religión católica había sido una mera trampa para llevarnos al terreno que le interesaba. Como película de terror tampoco mata. Utiliza el recurso fácil de los golpes de efecto y los exorcismos son algo repetitivos y carentes de originalidad. Mikael Hafström se muestra poco capacitado para inflingir desasosiego en el espectador más allá de los tópicos vistos una y mil veces. Tampoco la banda sonora ayuda en este sentido, pues aunque Alex Heffes firma un trabajo correcto su música no alcanza los niveles de tensión que pedía una película de este tipo. Así pues, "El rito" queda como una película alimenticia que aprovecha el tirón de Anthony Hopkins para atraer a las salas a un público que de otra manera no habría tenido y que no pasará precisamente a la historia del género ni mucho menos a la del cine en general.

Lo mejor: su correcto tratamiento visual.

Lo peor: ese hospital italiano de aspecto tercermundista.