Alberto San Juan, en un registro parecido al que ha tenido en otras ocasiones, -a mí me gusta bastante- da vida a un padre que, a pesar de la crisis, quiere que su hijo tenga lo que ha pedido para Reyes; un barco pirata. Y lo que tenga que ser ya se verá.

Como la vida misma, en cualquier casa, en cualquier lugar de este país, en la que con tal de que los niños sean felices y tengan sus regalos, los padres son capaces de sacrificarse. Pero esta historia va un poco más allá. No sabemos cómo podríamos reaccionar si nos pasara lo que ocurre la noche de Reyes en la casa de David (A. San Juan) y la abuela. Amor propio, mantener viva la esperanza de los niños, y protegerlos, por encima de todo, eso es lo que vemos en este cortometraje, que entretiene y tiene momentos bastante cómicos o dramáticos, según se mire.
Un toque de humor, un pequeño guiño a las costumbres españolas y a la picaresca, muy de aquí todo. Aunque concluya la historia de manera un tanto atropelleda.