La fotografía y la música me han gustado tanto que quisiera vivir en un escenario de Foodie Love, donde hasta el desorden es armonioso.

Los diálogos de los protagonistas, a veces teatrales, reflejan a la perfección una versión a cámara lenta de una primera cita, que se acentúa con las voces en off de los pensamientos de los personajes.

Me ha parecido una serie diferente, muy a la europea, con capítulos magistrales como el que sucede en Roma.

Ella y Él parece que lo tienen todo para ser felices en su mundo « bobó » : son atractivos, cultos, viven en apartamentos de ensueño y tienen unos salarios que les permiten comer exquisiteces a todas horas... Además se gustan y tienen muchas cosas en común, ¿qué puede ir mal?

Sin embargo detrás de esa vida color de rosa se esconde mucha tristeza, melancolía e infelicidad, que maquillan con altas dosis de sexo y manjares varios.

La tragedia de Ella la terminamos sabiendo, y entendemos que no es solo una chica excéntrica y superficial sino que es un caparazón para ocultar su verdadero drama personal. Como ella misma dice: « yo también tengo heridas y me gusta arrancarme la costra ».

La tragedia de Él, mucho más reservado, no se nos desvela, pero desde el primer momento sabemos que vive atormentado con quién es y con lo que le gustaría ser.

¡Qué hambre y qué ganas de... !