Tras esta cumbre de comienzo, cuesta creer lo que se desarrolla a continuación: el relato por la protagonista de como sucedió postrada en un sofá a los que acuden al domicilio, bebiendo tragos y apuntillado con una cena relajada con el cadáver caliente a escasos metros. Si obviamos lo endeble de la situación penal de la homicida, su estancia corta y cómoda en la cárcel con unos vestidos impecables, "La carta" se disfruta por otras razones.

Obviamente la Davis es para disfrutarla con los sentidos. Pero James Stephenson, el abogado defensor, le gana la partida, imbuido en su dilema moral, con el disgusto a flor de piel y orquestando la salvación de su defendida en el barrio chino. El encuentro de las dos mujeres rivales por el hombre asesinado, en la trastienda de un comercio, con una pétrea e hipnotizante Gale Sondergaard, aderezada por la soberbia música de Max Steiner y el sonido de los carrillones de viento es de un éxtasis total.