Un Ryan Gosling frío cual androide que más que soñar con ovejas, las duerme, está aceptable en el papel protagonista. Sin expresar sus sentimientos de manera contundente durante todo el largometraje, cuando se cabrea frente a la hija de Deckard, resulta sorprendente e inesperado. Y es que el tío ni recibiendo una paliza a manos de Batista parece sufrir, o peor aún ni besando a Ana de Armas parece contentarse.

Mientras, Harrison Ford, ahora que parece que ha vuelto, (y acompañado de un amigo peludo) la edad le hace ser más cascarrabias, ahora dispara y después deja que le pregunten. Sigue siendo ese Deckard enamorado y que parece no querer aceptar el destino que Ridley le dio. No se puede decir mucho más del actor que dejó a Blade Runner en lo más alto.

Habrá que esperar unos cuantos años más para ver morir de una vez por todas al mejor retirador de replicantes. Porque lo veremos caer, la industria se encargará de explotar su personaje. Esperemos que siga el nivel hasta ahora mostrado.
(Scott, aléjate de esta saga, no cometas el Alienerror)