Mad Men (El nombre con el que se conocía a los hombres de la Madison Avenue) es una serie con prestigio. Razones no le faltan.
Para empezar su diseño de producción es impecable, y retrata perfectamente en imágenes la estética de la clase alta estadounidense de los años 60.
El casting de actores es muy acertado, no faltan caras guapas tanto entre ellos como entre ellas (más en el lado femenino diría yo), los guiones son entretenidos y están llenos de detalles más o menos sutiles sobre la idiosincrasia de aquellos días.
Machismo rampante, ambición, hipocresía, lameculismo, fachada y cuernos por doquier.
La trama de Mad Men gira en torno a Don Draper, un aclamado publicista creativo que es la estrella de la compañía donde trabaja, Sterling Cooper.
Un tipo que parece tenerlo todo: Éxito, dinero, una hermosa esposa, una bonita casa, dos hijos adorables, etc. Vamos, el sueño americano personificado.
Sin embargo se trata únicamente del punto de partida (claro está, porque sin conflicto no hay serie).
A medida que transcurre la trama vamos descubriendo que no todo es tan idílico como parece, ni Don Draper es lo que aparenta.
Por supuesto no toda la historia se reduce a los vaivenes de despacho y alcoba de su protagonista.
La serie cuenta con una generosa plantilla de personajes secundarios (en mayor o menor medida) bastante bien perfilados que enriquecen la trama, algunos de ellos con un gancho considerable, como es el caso de Peggy Olsen (Elisabeth Moss) la ambiciosa e inteligente pupila de Draper, que pasa de secretaria de provincias a mujer ejecutiva, o Joanne Harris (interpretada por la hermosa y rotunda Christina Hendricks) la jefa de secretarias.
Mención especial también para el vividor Roger Sterling , el niñato trepa Pete Campbell, o la gélida Betty Draper.
A pesar de todas las virtudes antes mencionadas, también se hace necesario decir que la serie no está exenta de defectos.
El principal, en mi opinión, la lenta (o incluso a veces nula) evolución de los personajes, y los escasos nudos dramáticos que hacen avanzar la historia.
Transcurren los capítulos (e incluso me atrevería a decir que incluso las temporadas) y sin embargo parece que no ha ocurrido nada especialmente relevante.
En cualquier caso Mad Men es una serie muy recomendable, elegante y rica en detalles, para disfrutarla sin prisa pero sin pausa.
Sólo un último aviso para indecisos. Si son especialmente aprensivos al tabaco, esta serie puede resultarles por momentos muy molesta, no van a parar de ver planos y planos fumando, háganse una idea. Yo sospecho que está secretamente financiada por una tabacalera (sigo con mis paranoias).