Tener criterio propio, ser fiel a tus principios en un país dividido al borde de la guerra civil es poco menos que imposible. No importa que te llames Miguel de Unamuno y seas una eminencia intelectual reconocida internacionalmente.

La guerra no entiende de razones. O estás conmigo o estás contra mí.

Es doloroso y muy amargo, ver a alguien tan brillante y con semejante carácter acabar así sus días. Desengañado, viendo morir a sus amigos y a gente que estima impotente, avasallado e intimidado por matones, usado para justificar lo injustificable.

Por eso el discurso en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, en esa aberrante celebración llamada la Fiesta de la Raza, llena de cabezas vacías sedientas de sangre adquiere tintes épicos. Ese “Venceréis pero no convenceréis” que pasó a la Historia como una sentencia, una maldición, que a día de hoy aún está entre nosotros.

Gracias a Karra Elejalde y a su magnífica actuación podemos vivirlo en toda su intensidad. Me alegra que por fin haya encontrado un papel que explote adecuadamente su inmenso talento.

Y también a Amenabar. A su impecable dirección, a la convincente recreación de los hechos, las acertadas caracterizaciones, su sobriedad, a esos planos aprovechando toda la belleza que posee Salamanca. Ha vuelto por la puerta grande redimiéndose de años yermos. Para mi esta es su mejor película.

Mención especial para la estupenda actuación de Eduard Fernández dando vida a ese orco llamado José Millán-Astray que proclamaba la muerte a la inteligencia.

Una película valiente digan lo que digan, que recibirá críticas de ambas partes, por tibia o maniquea. Señal que escuece. Y si escuece, señal que sana la herida. O eso dicen….