En primer lugar quiero alabar al equipo responsable de la campaña de marketing de esta película.
Ha sabido explotar como nadie las conciencias sucias del público occidental y encima sin condenarlo.
Este film comienza con fuerza, denunciando la difícil infancia que tienen que soportar los niños de las clases bajas de la India, a través de atrevidos planos de impecable fotografía y una banda sonora impactante y vitalista.
Se crean unas expectativas que son burdamente traicionadas en la segunda mitad del metraje, cuando los niños se convierten en adolescentes y la historia toma unos derroteros cada vez más inverosímiles, donde el protagonista cual caballero andante erra tras su princesa en manos de un malvado mafioso con un apoteósico insulto a la inteligencia como broche final.
Lo que parecía una fresca película de denuncia social acaba convirtiéndose en un pasteloso cuento de hadas sobre el amor verdadero y una apología del dinero fácil.
Por medio, un concurso de televisión con un extrañamente hostil presentador y un hermano mafioso postizo.
Cuando comenzó el baile bollywood de los créditos finales miré a los extremos de la pantalla de cine intentando encontrar la mosca de Disney Chanel, pues creía que estaban poniendo un avance del nuevo High School Musical ambientado en la India.
Y todo para que tuvieran octillizos dorados a los pocos meses. ¡Qué bonitoooo!