No me gusta el utilitarismo de la nostalgia y menos los ejercicios academicistas enfocados a ganar premios.
Con todo mi escepticismo me propuse visionar la gran ganadora de los Oscars de 2011 esperando encontrar atisbos de alguno de los defectos antes mencionados.
Y el resultado fue que me quedé sin palabras ante el derroche de talento y carisma de sus actores protagonistas, Jean Dujardin y Bérénice Bejo, capaces de desarmar a cualquiera con su luminosa sonrisa o un simple guiño.
El trabajo de expresión física del reparto actoral es excelente, en especial el de Jean Dujardin, que por momentos parece un Errol Flynn redivivo.
La fotografía es otra maravilla, elegantes planos en sobrio blanco y negro, que sumados a la cuidada ambientación, consiguen evocar convincéntemente la primera época dorada de Hollywood.
La guinda del pastel la pone la notable composición firmada por Ludovic Bource, en armonía en todo momento con la acción dramática desarrollada pantalla.
Tal vez la sencillez y blandura del guión sea lo único cuestionable del film.
Aun así el resultado del experimento es totalmente satisfactorio, un genial anacronismo que nos remite a las mejores esencias del cine.
Afortunadamente (y una vez más) mis prejuicios volvieron a errar. Lo único que lamento tras su visionado es que no hubiera oscar perruno para “Pancho”.