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China China · Qingoco
Voto de Txarly:
4
Aventuras. Acción. Romance En el año 1193 A.C. el joven Paris (Orlando Bloom), hijo de Príamo y príncipe de Troya, rapta a su amada Helena (Diane Kruger), esposa de Menelao, el rey de Esparta, lo que desencadena la Guerra de Troya, en la que se enfrentan griegos y troyanos. Comienza entonces el asedio de la ciudad de Troya por parte del ejército griego, que duraría más de diez años. Aquiles (Brad Pitt) era el gran héroe de los griegos, mientras Héctor (Eric ... [+]
4 de mayo de 2008
59 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el primer lustro del nuevo siglo y tras el éxito de Gladiator, el cine de aventuras recuperó el auge de anteriores décadas. Cierto que sólo ha sido un espejismo y salvando a la enorme El Rey Arturo, no se ha añadido, sino aplicado, novedad alguna al género aventuril excepto la onda del cine policiaco para empalmados de los últimos veinte años.

Antes de que comience todo el meollo, observo desde la más infinita vergüenza ajena, como un rubiales se marca una de cien metros marcha en plan: "qué pasa troncos, qué ya he llegado y a este notas le doy matarile porque estoy cañón." El primer gin tonic cae de plano. Me sirvo otro porque ni siquiera me he empalmado.

Vergüenza es poco. Seguramente sentí lástima, ya que con aquella machada inicial me indicaban sin tapujos lo que iba a presenciar durante el asalto. Cuando aquel pensamiento me recorrió el cortex cerebral, me pimplé el segundo gin en cinco minutos e intenté relajarme preparándome un tercero con cariño, a la espera de acontecimientos cinematográficos con más enjundia que lo mostrado hasta el momento.

Cuando el entretenimiento se reduce a ver quién coloca más pixels, tira más flechas o escala mejor, rellenando la acción con el pegote pastelero peor filmado y retratado de la Historia... pues mi ira va in crescendo. Al rubiales sólo le faltaba un tatuaje de Nike en el omoplato izquierdo para ser todavía más molón. Con el tatu y el careto de estatua clásica que nos brindó durante el evento no creo que la cosa hubiese ganado mucho. La cámara rápida durante las batallas no me libraba del sopor que me invadía escena tras escena. Tras el tercer gin tonic pensé que todo era culpa del puto Peter Jackson y de su señor de los cojones, y que todos los directores actuales que cuentan con presupuestos infinitos se acomodan creando un cine tan hueco como estúpido.

No terminé de verla y salí a la terraza en pelotas, con mi cuarto gin tonic en la mano y dándo gracias porque la ginebra era de marca. Ya no puedo con la garrafa.
Txarly
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