Me reí después. Un día después o así. Con la de nuevas chorradas que asimilé en hora y media no tenía tiempo para troncharme. Y a mí me encantan las chorradas. Pero mucho. Las considero los pilares sobre los que se construyen multitud de films, algunos penosos, y otros obras maestras. Pero es que Alien vs. Predator no tiene desperdicio. Es una inmundicia en todos los sentidos que le hayan querido dar director y guionistas.

Resulta que el babas del predator -he leído por ahí que una mezcla entre la cucaracha, el hombre invisible y Freddy Kruger, y me he partido la caja- y sus colegas tienen confinados un montón de huevos para cargárselos cuando les salga de los cojones, en vez de mandar la base a hacer puñetas como sería menester en una civilización más avanzada, y más seria claro. La cucaracha... la cucaracha... ya no pue... ejem, perdón. Es que me ha hecho mucha gracia.

Resumiendo, un despropósito en todos los sentidos para observar atónitos el final: una pelea cutre cutrísima entre nuestros dos héroes -la cucaracha y el perro de Baskerville- mientras en medio se excita nuestra pequeña Barbie tontorrona que ni recibe un rasguño ni la violan ni nada. Pues éso señores... y del grupo expedicionario es que no quiero ni hablar... porque podría tirarme días...