La película nos ofrece, probablemente, el relato más humano que se haya hecho nunca de un superhéroe en el cine. A través de una historia que nos muestra una parte de la vida de los superhéroes pocas veces contada: su declive. El aire de fracaso y decadencia que inunda la cinta le otorga un tremendo magnetismo, a la vez que nos coloca en la situación idónea para desarrollarnos a los personajes de manera profunda y personal.

Frente a la similitud que presentan la mayoría de películas del género, que terminan por resultar casi indistinguibles unas de otras, “Logan” aparece rebosante de identidad y carisma. Con un estilo propio muy claro y atractivo. Desde el primer momento hasta el último tenemos claro que nos encontramos ante un producto diferente, que destaca muy por encima de sus compañeras de saga.

Por supuesto las escenas de acción no podían faltar en una película de este tipo. Sin embargo, aquí se encuentran mucho más dosificadas de lo que suele ser habitual. En lugar de acostumbrarnos a un ritmo casi constante de luchas, que pueda resultar monótono, nos las encontramos dispersadas a lo largo de la trama. De forma que cada secuencia resulta un intenso estallido de violencia, tan impactante como adictivo. Nunca nos cansa, sino que nos deja siempre con ganas de más.

“Logan” entra por méritos propios en el Olimpo de las grandes películas de superhéroes. Aquellas que logran ir más allá de los clichés del género, resultando buenas por sí mismas y no tan solo como producto para fans. Los X-Men pueden decir orgullosos que ya tienen su propio “caballero oscuro”.

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